Cumplía apenas un sueño profesional en aquel febrero de 2019, unirme al equipo de noticias de Notivox y Telediario Guadalajara donde sabía que abarcaría un abanico de posibilidades informativas para darle voz a la ciudadanía, sin embargo, una de ellas hacía ruido fuertemente en mi lado personal: salir a las calles a cubrir la marcha del orgullo LGBTI+, en la que sabía muy dentro de mí que ahí pertenecía mi identidad, mi química con ellxs y parte de mi razón de ser.
Recuerdo ese veraniego día de junio, muy brillante, sentí la primera pincelada colorida en mi conciencia homosexual… acompañado de micrófono en mano y una cámara que no paró de grabar historias de chicxs trans que buscaban equidad de oportunidades laborales, drag queens que impresionaban con sus propuestas artísticas en cada vestuario, hombres y mujeres tomados de la mano, sin esconder su gustos o preferencias -“por el chocolate o la vainilla”- y cómo olvidar el folclor de los carros alegóricos que inundaron avenida Hidalgo en Guadalajara, rápidamente comprendí el movimiento de la lucha por sus derechos, los colores de la bandera y el significado de salir para visibilizarse. Para entonces todas las creencias y tabúes infundados por mi familia y amigos sobre diversidad perdieron fuerza.
Pero aún me faltaban cosas por resolver.
Mantenía una relación heteronormada en ese entonces, era casi imposible descifrarme y autoreconocerme como tal, y menos aún cuando mi carrera apenas iniciaba con la careta predeterminada “del chavo serio que sale en las noticias”… todo esa coraza se lo debía a la maldita emoción del miedo que silenciosamente atormentó mis días desde pequeño producto de la presión social.
Eso sí, mi apertura a tener amigxs “de ambiente” siempre estuvo latente, era obvio, buscaba el reconocerme entre mis iguales pese a que lo callaba; me platicaban de sus estilos de vida y crecía la admiración hacia ellos por vencer ataduras mentales y sociales de lo “correctamente establecido”.
“Ya estoy grandecito como para prohibirme ser feliz, ¿de quién huyes?”; ya sabía la respuesta desde hace años, huía de mí mismo, pensé.
Mi modo impulsivo se aventó en caída libre hacia la aceptación, si bien fue causante de una revolución en la gente que rodeaba mi entorno, también le quitó peso a todo lo que se oponía… en el proceso, hice las paces conmigo mismo, y me abracé tanto que de ahí en adelante, nadie más tuvo peso sobre mis decisiones personales, lo demás es historia.
El tiempo pasó, me empoderé en mi identidad y como si se tratara de algo divino, surgió la primera relación gay que sigue vigente, y sí, ese es mi lugar, el que puedo presumir a los cuatro vientos, y créanme ha sido más sencillo de lo que pensaba.
Para este “pride” 2024 en mi natal Perla Tapatía, se abrieron puertas y ventanas por todos lados y viví uno de los días más impresionantes, pues tuve la fortuna de ir arriba de un camión de doble piso en compañía de personalidades que han pisado fuerte por las legislaciones de la población LGBTI+.
Y si lo pienso bien, salir del armario también ha sido una oportunidad como comunicador y creativo, pues me he convertido en una pequeña, pero significativa vitrina para abrazar y hacer resonar que valemos mucho, incluso por doble en este país y en el globo terráqueo.
Bendigo la llegada de junio 2024, Mes del Orgullo, de libertades tanto personales como periodísticas, pues no se trata de que tus ideas quepan sino lo contrario, uno elige lo que toma y lo que tira por el bienestar emocional.
Todavía son tiempos de educación en diversidad, y soy un fiel portavoz para que las voces apagadas hagan eco en la cultura del orgullo.
