Son varias las historias que comienzan con flashback: no se inician donde el personaje está en aquel momento, se remontan tiempo atrás para explicar su actualidad. Sin embargo, otras, resultan un acontecer constante. Así narra Charlotte Perkins Gilman (1860-1935) El tapiz amarillo (Siglo XXI Editores), traducido y prologado por Margo Glantz. Su heroína representa una condición usual: la depresión posparto.
Entre los siglos XVIII y XIX la divulgación médica y científica eran motivo de estudio e interés común, pero lo que incumbía a la salud mental estaba en sus albores. Los problemas anímicos se asumían padecimientos que suponían locura y a la protagonista (cuya dolencia diagnosticaron como algo nervioso) el esposo la obligó al reposo.
Planteándose lo cuestionable de vedar el libre albedrío surge este testimonio mediante una narrativa en torno al papel tapiz que recubre las paredes donde ella fue encerrada, desprendiendo figuras imaginarias.
La maternidad durante aquella época simbolizaba sacrifico: arriesgar la propia vida para dar a luz. Cuando la madre no sucumbía ante complicaciones fisiológicas debía entregarse enteramente al oficio que suponía la maternidad.
Fue la propia autora quien después de quedar encinta pasó un largo periodo deprimida y de tal experiencia angustiosa surge el relato. Siendo lo más popular que ha escrito, llegó a convertirse actualmente en “divisa del movimiento de las mujeres”.
@erandicerbon