Una máscara viste al rostro. Durante la antigüedad, entre egipcios, griegos, romanos (…) tenía por función adornar y su fabricación era artesanal. Sin embargo, además de resultar un ornamento, permite ocultar algo, como la enorme nariz de Cirano de Bergerac o la cara desfigurada del Fantasma de la Ópera. Las historias de Max Beerbohm (1872-1956) fueron escritas cuando aún se utilizaban públicamente en fastuosas celebraciones.
En torno a la sonora tradición inglesa literaria, Beerbohm consagró su obra: un ejemplo del pasado actualmente conservado por tener reminiscencia histórica. El farsante feliz (Editorial Acantilado) es “un cuento de hadas para hombres cansados”. Inicia describiendo lo que parece la vida de un dandi igual que tantos otros, pero Lord George Hell tiene voluntad de hacer hábito una determinación redentora por la necesidad de conquistar el amor.
Hell se enamora de Jenny Mere, una joven que rechaza su propuesta matrimonial “alegando que solo se casará con un hombre cuyo rostro parezca de santo”. La redención existe y este hombre destructivo habrá entonces de intentar abandonar la perfidia, consiguiéndolo. Aparte de San Agustín, ¿cuántos personajes picarescos podrían acabar en beatificación?
De odioso e insolente, cínico y antipático, Hell se convierte en noble víctima del desamor, colocándose una máscara de cera que le brindará aspecto venerable y le permitirá expiarse. Los libros de Beerbohm se editan poco, aun estando mejor preparados hoy que antaño para leer tramas de índole controversial. Cada vez que alguien lo descubra, revelará elementos indispensables sobre literatura.
Entresacado: Además de resultar un ornamento, permite ocultar algo, como la enorme nariz de Cirano de Bergerac.
Erandi Cerbón Gómez
@erandicerbon