La población es espectadora del infortunio que acontece. Políticamente no instruidos (eludiendo tomar partido) debemos asumir una postura fuera de tendencias. Cunde el virus y en proporción semejante la angustia por contagiarse y sucumbir.
Ningún argumento sobre el tema parece novedoso, pero motiva que la reflexión impulse conciencias. No basta asumir circunstancias. Corresponde pensar la vida.
El anuncio de la vacuna brinda esperanza y ofrece una nueva encrucijada: ¿qué priorizar? Primero al personal médico (debe protegerse, obviedad). ¿Después? Conviene vacunar a los económicamente activos y que proveen manutención, aunque jóvenes, peligran durante la jornada: de ello dependen grupos vulnerables que confinados evitarán enfermarse.
Entre susceptibilidad propia e irresponsabilidad ajena ocurren los hechos. Criticar el sistema es vano: ser crítico, fundamental. Todos hemos perdido, entre tanto,criterio, juicio, empatía, algo; sin embargo, hay que preservar la capacidad de resiliencia por quienes fallecieron y para los que aún están.
Durante el momento más álgido y dramático donde obrar parecería oportuno, corresponde inmutarse: dejar que pase el tiempo. “Lo espantoso es sencillo”, advierte Eduardo Cirlot, y acecha muy cerca. De cualquier modo, el mundo continuó después de guerras, plagas, depresiones económicas, desastres naturales, fanáticos… Y continuará.
Cuando menos con palabras uno manifiesta el desconsuelo sin perjudicar ni derrotarse.
Ante la pandemia exacerbada además de implementar políticas públicas, la educación sentimental es menester solitario. El recuerdo de esta época quedará en nuestra memoria colectiva. Cómo cale depende de cada persona.
@erandicerbon