Tras el acto criminal de El Paso, Texas, las investigaciones están tomando su curso, a partir de la oportuna y resuelta participación de México, y se impone la necesidad de superar esa especie de silencio que sobrevino a la masacre para comenzar a pensar y decidir, con inteligencia y profundidad, cómo podemos enfrentar o trascender las ideologías extremistas del supremacismo blanco que sin duda van a continuar dirigiéndose contra nuestras comunidades de migrantes.
Esas ideologías tienen su soporte principal en Estados Unidos y en el mundo, hoy lo sabemos, en la Teoría del Reemplazo que, invocada por el criminal minutos antes de la masacre del día 3 de agosto, propone que las migraciones habrían de generar el desplazamiento o la sustitución de una cultura por otra. Ninguna cultura reemplaza o puede sustituir a otra. Dadas las nuevas realidades, todos estamos llamados a convivir pacíficamente en un mundo multicultural que supone la integración, el diálogo, el respeto y el reconocimiento mutuo permanente.
Convencidos de esos principios y de que los actos de barbarie solo pueden ser combatidos con actos de civilización, creemos llegado el momento de poner en relieve el valor que hoy tiene la conciencia multicultural y nuestra pertenencia a las grandes culturas construidas a través de los siglos en torno del español. Porque, no debemos pasarlo por alto, el manifiesto dado a conocer por el asesino de El Paso se inicia con esta rotunda afirmación: “Este ataque es una respuesta a la invasión hispana de Texas”.
Para todo esto deberíamos tener presente la importancia que Carlos Fuentes, hace casi 20 años, le asignaba a la presencia hispana en Estados Unidos: “La mitad de la población de los Estados Unidos —escribió Fuentes— a mediados del siglo que viene, hablará español. Este solo hecho convierte nuestra lengua, el castellano, en la lengua tan relevante como la lengua inglesa. Somos, globalmente, dueños de la segunda lengua occidental, hablada por cerca de 400 millones de hombres y mujeres en todo el mundo. Pero los hechos estadísticos son solo una parte de la historia. La otra parte, la más importante, es el papel cultural desempeñado en Estados Unidos por los ciudadanos que no solo hablan español, sino que portan la cultura que convenimos en llamar hispánica (…) Hablar del futuro de la cultura hispánica en Estados Unidos solo tiene sentido y valor si se convierte en una hazaña incluyente, abarcante, de los componentes que hacen de todo el continente americano, y no sólo en los Estados Unidos, un área multicultural.
“Por ello —concluye Fuentes— la nueva migración hispánica le dice a Estados Unidos: todos vamos a vivir una cultura común que es multicultural.” (Revista Nexos, mayo 1, 2000).
En sentido absolutamente contrario, el asesino de El Paso manifestó, antes de activar su AK-47, pleno de inhumanidad: “La diversidad cultural disminuye a medida que las culturas más fuertes y/o más atractivas superan a las más débiles o indeseables (…) La diversidad racial desaparecerá a medida que se produzca la mezcla racial o el gran genocidio”.
El problema no es el tamaño de la amenaza, del odio y del desamor que están detrás de ella, sino, a final de cuentas, cómo vamos a enfrentar la barbarie.
* Poeta e historiador, director ejecutivo de Diploma Cultural en la Secretaría de Relaciones Exteriores