La polémica causada por la propuesta para nombrar como director de la Comisión Federal de Electricidad a Manuel Bartlett Díaz está plagada de insultos y la acusación de actuaciones políticas deshonestas pretéritas por parte del asignado, pero escasos análisis serios sobre el caso.
Ante viento y marea, el único defensor Andrés Manuel López Obrador, todavía virtual candidato a la jefatura del gobierno del país, declara con parquedad a favor de la postulación de Bartlett al afirmar que “lleva 15 años defendiendo la energía eléctrica del país”.
El compromiso que asumirá Bartlett Díaz va más allá de la encomienda personal anunciada por López Obrador para todos aquellos que han sido postulados para ocupar cargos en el próximo gabinete del ejecutivo federal, a quienes ha solicitado un ejercicio del cargo de manera honesta, eficiente y transparente, y con un decisivo combate a la corrupción. Este compromiso trasciende por haberse contraído con la sociedad de manera condicionada y ha sido reiterado con insistencia por López Obrador al declarar que su gobierno está a prueba en su permanencia o claudicación.
Algo más, como lo solicita Juan Pardiñas, uno de los críticos en contra de la designación de Bartlett Díaz, como un reto en la futura actuación del postulante, de lograr que la CFE ingrese a la modernidad, el cambio tecnológico y la eficiencia empresarial, será el manejo político en su recomposición, y los factores a enfrentar son evitar o aminorar la compra del 50 % de la energía que se consume en el país y que parte de los consejeros de la institución sean los que venden este cincuenta por ciento, la negociación de una deuda por 39 mil 864 pesos y atender el asunto de las conexiones de energía ilegales, los llamados “diablitos”, que causan una pérdida a la empresa por 30 mil 325 millones de pesos. Y por último validar que la CFE sea realmente una “Empresa de clase mundial” como lo señala en su anuncio.