Hay que vigilar las escuelas, misma letanía año tras año en las vacaciones, no basta con reabrir en condiciones de seguridad, porque cuando les roban a las niñas y a los niños nos roban a todos; permea el rezago, desigualdades aumentadas e impacta en el abandono escolar.
Las consecuencias de no vigilar los planteles en este periodo vacacional serán previsibles y las señalan todos los expertos: sin condiciones óptimas la brecha de desigualdad educativa seguirá en aumento. Más aún en lugares donde el rezago es ya una realidad lacerante.
Durante tiempos difíciles, como los que hemos enfrentado, hemos demostrado lo mejor de nosotros como ciudadanos. Sin embargo, cuando se trata de compartir recursos y espacios públicos, nuestra visión parece centrarse en intereses individuales en lugar del bien común, lo mismo pasa en los sectores habidos de vigilancia para salvaguardar los casi inexistentes materiales educativos.
Este comportamiento no es exclusivo del ciudadano común, sino que también se observa en las autoridades que durante la campaña incentivan la participación ciudadana pero, una vez en el poder, sufren las consecuencias de estas decisiones. La honestidad o corrupción no parecen ser factores determinantes.
Un ejemplo claro de esto es la propuesta de “nueva política” de Samuel García en Nuevo León, que incluía salirse del pacto fiscal para mejorar la situación del estado. Sin embargo, cuando se plantearon medidas como el “replaqueo” o impuestos verdes para las industrias contaminantes, la popularidad de García y sus huestes en Instagram cayeron de la gracia del ciudadano.
Como muchos padres pienso que es necesario replantear nuestra perspectiva en cuanto a la gestión de los recursos públicos y pensar en el bienestar colectivo. En lugar de centrarnos en intereses individuales, deberíamos trabajar en conjunto para lograr cambios significativos y duraderos.
Si bien es cierto que la autoridad tiene la mayor parte en la ineficiencia, la corrupción y la irresponsabilidad. No lo dudo. Quién lo duda. Pero también ése es un discurso cómodo: cada tres años, o cada seis, volvemos a creer en una especie de paraíso perdido, o nunca hallado, en donde no aportamos ni nuestro tiempo ni nuestro dinero a lo público. Si el mundo de la nueva política no invierte en las escuelas y su cuidado, ¿quién lo hará?
@enriqueburgosv