Son las ocho de la mañana y los yeseros ya se encuentran a la entrada de la obra, cabulean con albañiles y electricistas mientras aguardan al velador para que les franquee la entrada. Miran llegar al arquitecto en compañía de los maistros y se cambian la ropa de calle por la de trabajo. Don Chiquito es el encargado de mostrar los avances al Arqui y cuando éste se despide él, presuroso, se planta frente a su grupo:
—El Arqui se puso guapo con la comida. Tú, Rana, trae la bolsa y te vas rapidito por el mandado: aquí está la lista de lo que vas a comprar: de tequila, dos litros pal desempance. Y cervezas, nomás pa' pasar bocado. El que quiera empedarse, ya él sabrá. Los demás, a chambear un rato y a la hora de la comida levantan la herramienta y ponen la mesa.
Tortillas a granel, arroz a la mexicana, frijoles de la olla, chicharrón, carnitas de cerdo, bisteces para asar y todo lo necesario para una salsa de molcajete: chiles verdes, tomates, ajo, cilantro y cebolla finamente picados.
—No quiero que, como la otra vez, parezcan gandayas muertos de hambre, arrebatándose la comida y peleando las sobras. Mucho cuidado.
Sobre dos tambos, los chalanes colocan un par de tablones y a falta de mantel los cubrieron con hojas de periódico. Cábula, Sonrisitas saltó la barda del predio vecino y cortó mirasoles que puso en una lata con agua para adornar la improvisada mesa.
—Invité a las muchachas de la limpieza: se comportan, no vayan a empezar de encimosos.
En el patio colocaron tres piedras para el fogón y sobre el fuego pusieron una tapa de hojalata: el comal sobre el que fueron asando la carne, el chorizo, y calentaron tortillas y guisos. Los chalanes escucharon un silbido; entonces distribuyeron los platos y vasos de plástico suficientes para albañiles, yeseros y electricistas.
Sonrisitas acercó la grabadora portátil e introdujo el USB con la selección de música ranchera que don Chiquito le encargó la víspera. Los trabajadores se fueron aproximando y buscaron en qué sentarse: una piedra, un bote, unos tablones improvisados como banca.
El aroma de la carne y el chorizo asados fue la señal para que poco a poco los trabajadores de la construcción y las chicas de la limpieza se fueran acercando al fogón. Don Chiquito checó que no hubiera herramienta arrumbada, luego se plantó junto al fogón y dijo:
—Pus bueno, el Arqui se puso a mano para organizar esta comida y me pidió que les agradeciera y disculpara porque no pudo estar, pero que disfruten y les desea feliz Navidad y próspero año. No se diga más y al ataque, porque hace hambre y la comida se enfría. Agarren sus herramientas y atiéndanse, es autoservicio: no alcanzó para contratar meseros y esto será a la gringa-gringa: el que se apendeja, se chinga.
Cábulas y risotadas se entremezclaron con las canciones de Chente Fernández y las cumbias sampuesanas. No faltó el macuarro que tendió la mano a la chica para abrir el baile, y aquello agarró forma de festejo hasta que comenzó a oscurecer.
Don Chiquito, medio entonado, cogió su chamarra y se fue con los maistros a cabaretear a la colonia Obrera.
—Ahí te encargo que todo quede bien cerrado, Sonrisitas. Allá tú sí entregas mal las cuentas. Ponte buzo.
Emiliano Pérez Cruz** Escritor. Cronista de Neza