El filósofo judío Walter Benjamín propuso el concepto de “redención” como mecanismo para salvar la historia. Habría que preguntarle: ¿de qué o de quién? Y muy probablemente contestaría que de sí misma.
Paralelamente a esta noción, él también habló de la “débil fuerza mesiánica” que radica en cada uno de nosotros que penetra el momento presente “por instantes” y lo ilumina cual “ráfaga de luz” que permite ver la “otra” historia, la no contada, la no dicha, la no monumental que había denunciado previamente Nietzsche.
Para él, como para otros filósofos judíos, el Mesías capaz de redimir la historia de las ruinas del pasado que atraviesan el presente, somos cada uno de nosotros en el momento en que nos dejamos interpelar por las voces ocultas que pugnan por salir a flote en medio de las peores circunstancias.
No obstante esta invitación a salvar la historia de sí misma, para Benjamín, la fuerza mesiánica es “débil”, “flaca”, “instantánea”, lo que implica que, sólo a “ratos” se puede salvar y contar la historia desde otras miradas pero se requiere la atenta mirada de un sujeto que pueda captar ese momento idílico en que el pasado converge en el presente en lo que Reyes Mate ha denominado “tiempo trampolín”.
La tentación a mirar el conflicto entre Israel y Hamas desde la reducción simplista del conflicto bélico entre el Estado de Israel y Palestina es, no sólo inservible sino equivocado, sin embargo, aún yacen fragmentos de ese sentir que reclama lo que una vez fue suyo, sólo que ahora, desbordado por la insurrección de un grupo terrorista al que ya se le han sumado otros más cuyo fin no es ya el reclamo original sino la instauración del terror como medio de dominación.
Es difícil penetrar en la historia de un grupo terrorista con una mirada mesiánica pues aunque el dolor y la rabia tienen signos de poderse redimir, la exacerbación de una ideología matizada con tintes teológicos permeados de una fe ciega, no.
No siempre la historia tiene razones, a menudo tiene emociones y esto dificulta encontrar en ella otras historias posibles. El odio sin razón, el deseo de dañar sin justificación, el móvil de atemorizar y desestabilizar “sólo porque sí” son armas poderosas pero vacías, no tienen contenido ni referente y por eso no se les puede ni entender ni combatir. No es historia lo que escribe, es barbarie.
Los intereses políticos son negociables, los conflictos con base enardecidamente ideológica, no. En este conflicto actual, la débil fuerza mesiánica yace en aquellos que están pagando las peores consecuencias: israelíes y palestinos civiles que hacen lo que cada día están acostumbrados a hacer y, me atrevería decir, que, dadas las condiciones históricas de pobreza en que Palestina ha vivido, de entre estos dos, ellos son los más vulnerables pero, justo por serlo yace en ellos la posibilidad de redención.
Por ello, lanzo una hipótesis provocativa: si la posibilidad de redimir la historia radica en ña débil fuerza mesiánica para ver más allá de la propia miopía la historia que está pugnando por ser, a donde hay que voltear la mirada es a Palestina pues en ella y en sus ciudadanos radica la posibilidad de destrabar el conflicto entre Israel y Hamas haciendo suya la historia que nunca lo ha sido. Son ellos y desde ellos que este conflicto puede tener alguna esperanza de amainarse. Son ellos la semilla fértil de un posible cese al fuego.
Quizá es una utopía pensar que se puede parar el conflicto, quizá es una mas grande pensar que pueden hacerlo los más “débiles” pero pensarlo, al menos por “instantes como ráfagas de luz” brinda la sensación y la esperanza de que hay una salida no violenta a un conflicto que se ha convertido en un nuevo Holocausto.