
En tiempos de desinformación, una sociedad informada resulta no sólo necesaria sino urgente. Los medios de comunicación tienen un papel preponderante en la formación de un pensamiento crítico que pueda dar cabida a dudas razonables y no a afirmaciones infames, buscar espacios donde prevalezca la neutralidad se convierte en el gran reto de la comunicación social hoy en día.
Las palabras no sólo nombran y comunican sino que, usadas sin ética, pueden ser armas letales capaces de destruir vidas, naciones e historias; por eso, el Papa León XIV nos invita a desarmar las palabras y a usarlas para, en lugar de generar sensacionalismos, alarmismos, fanatismos o fabricación de mentiras, construir puentes de entendimiento para los tiempos que corren.
Destruir es rápido y basta una sola noticia generada con una intención torcida para generar un daño irreparable y lastimar profundamente, lo desafiante no es generar este tipo de narraciones sino contar los hechos como son, lo que siempre conlleva dos partes de la historia.
Decía Nietzsche que la historia que conocemos es la “monumental” es decir, la narrada por los vencedores pero que, para que ésta surja, necesita su contraparte, la de los vencidos y esa, casi nunca se cuenta.
Es deber de quien decide informar, hacerlo sin prejuicios y libre de motivaciones externas que no son ni éticas ni profesionales. Corromper el relato de los hechos y venderse a los intereses de algunos es desleal al deber mismo de los medios de comunicación cuya tarea es mantener una línea de información que, además, forme conciencias. Informar para formar implica estar libre de presunciones y de prejuicios, de intereses particulares y coacciones de terceros.
Existe, a pesar de ello, una ética que debe prevalecer antes de cualquier métrica de ratings y esa consiste en algunos puntos:
1.- Neutralidad. Los medios de comunicación deben mostrar los hechos sin tomar partido por algunas de las partes involucradas. Asumir la culpabilidad de una persona aún no vinculada a proceso o que aún está a la espera de la resolución final, sólo deja ver los intereses que puede haber detrás de cámaras y que atentan contra el debido profesionalismo periodístico.
2.- Respeto por la privacidad de las personas involucradas. Esto implica tanto los involucrados directos como los indirectos, de tal suerte que deben abstenerse de tomar datos e imágenes sin el debido consentimiento, trátese de quien se trate.
3.- Evitar sensacionalismos. A pesar de que lo alarmante llama mucho la atención, los medios deben cuidarse de difundir hechos no comprobados, sin una base científica o que no cumplen con normas o criterios de validez. Las noticias falsas dañan y generan conocimientos y prácticas riesgosas para algunas personas.
Los medios deben ser un aliado para promover y defender valores y no para expandir información negativa; su labor debe consistir en brindar la información necesaria para despertar la criticidad y la formación del juicio propio, incidir en las conciencias de las personas es una especie de intrusismo que atenta contra la libertad humana.
Ser dueño de o trabajar para un medio no otorga derecho de destruir vidas humanas ni para desfogar viejas rencillas o amargos sentimientos; antes de contar historias “a modo” se debe reflexionar sobre los alcances que hacerlo tendría. Los daños ocasionados como la mancha en el buen nombre y fama de una persona dejan una huella imborrable, es tiempo de regresar a las preguntas: ¿qué comunicar?, ¿para qué comunicarlo? y ¿cómo comunicarlo? Sólo así podremos distinguir, una vez más, entre la doxa (opinión) y la verdad; y así ser capaces de discriminar lo primer y preferir lo segundo.