El auge que ha cobrado a inteligencia artificial en los últimos años ha sido altamente beneficioso en muchos ámbitos pero en otros ha generado un sin fin de problemas derivados de la rápida propagación de información y noticias que, sin ser verdaderas, atraen la atención de miles de personas creando un caos social, político y económico con graves consecuencias.
La desinformación consiste en la invención de información falsa que pretende pasar por verdadera, deliberadamente generada con la intención de engañar o confundir. Sus usos más evidentes suelen verse en las campañas políticas o comerciales donde el propósito es desprestigiar o anular con hechos falsos la imagen o trayectoria de una persona para restarle puntos y popularidad en elecciones o bien para generar falsas expectativas, temor o dudas sobre cierto producto que se está en el mercado.
La rapidez con la que se difunden estas falsedades y/o rumores es tal que puede llegar a ser imparable y, al valerse de los medios digitales y redes sociales, su alcance es muy grande, lo mismo que sus daños.
Algunos de los efectos dañinos de esta cultura de la desinformación se han visto ya, por ejemplo, en temas de salud y Covid. La cantidad de información que se generaba sobre la enfermedad era abrumadora y sumada al pánico generalizado, fue caldo de cultivo para que muchas personas inventaran datos, estadísticas, remedios, medidas de prevención que sólo confundían y exponían más. Algunos con fines legítimos pero muchos otros, sólo con fines lucrativos. La desinformación genera mucho dinero y hay grandes empresas que facturan millones de pesos a cambio de generar datos y noticias falsas para propósitos por demás mezquinos y deshonestos.
Otro ejemplo donde la desinformación se genera y provoca efectos desastrosos es en la polarización entre posturas contrarias en redes sociales. El efecto de contagio de lo expresado en redes es inmenso. Los seguidores se atrincheran en su ideología y contribuyen a generar discursos de odio que se comparten generando aun más adeptos y linchando a quienes piensan lo contrario. Hemos pasado de la idea a la ideología.
Como se dijo antes, las consecuencias de la cultura de la desinformación son muy graves y van desde la negación de hechos empíricamente comprobables que pueden salvar vidas hasta la destrucción del conocimiento, reputación y honor de una persona con una larga trayectoria construida a base de trabajo honesto y esfuerzo. La invención de datos e historias, la manipulación de fotografías propuestas como reales, la manipulación de intenciones y las falsas interpretaciones de discursos o narrativas ponen en tela de juicio la integridad personal para intercambiarla por la incertidumbre de lo popular pero falso.
Como país la cultura de la desinformación puede echar por tierra años de cimientos democráticos y de luchas nacionales en defensa de lo propio, deslegitimizar hechos históricos y proclamar sólo una historia: la de los vencedores desconociendo otros datos e ignorando las muchas fuerzas que se han dado para llegar hoy a lo que somos como mexicanos.
En nuestras manos está combatir esta mala práctica de la desinformación generalizada como estrategia política. Vivimos en un mundo y en un contexto hipermediatizado que insiste en presentar como verdad la mentira, hagamos colectivamente un esfuerzo por apegarnos a la verdad objetiva y fomentemos la transparencia y la responsabilidad. De eso dependen muchas vidas y de eso depende el futuro de nuestro país.