Política

Cuidar es también resistir

Por tradición y costumbre, la tarea de cuidar se les ha asignado a las mujeres, más en países como México y muchos otros latinoamericanos donde los mandatos transgeneracionales cobran mayor fuerza y obligatoriedad.

Sin embargo, lejos de ejercer una rebelión en contra de estas tradiciones, que busque la sacudida de estos imperativos no trabajados, una mirada más compasiva a la ética del cuidado brinda la posibilidad de concebir el cuidado como una forma de resistencia en contra de la invisibilidad de las mujeres en la vida familiar, social, económica, laboral y hasta política.

En México, como en el resto del mundo se contabilizaban los cuidados en las encuestas sobre el uso del tiempo, pero en 2022, nuestro país pugnó por medirlos con base en una iniciativa de Sistema Nacional de Cuidados cuyo propósito es crear oportunidades de protección social para las personas que requiere cuidados, pero también para aquellas que participan de la economía del cuidado, en su mayoría, las mujeres.

Este Sistema aporta la visión del cuidado como un derecho y, con ello, le da una forma jurídica que lo posiciona como algo meritorio de una regulación y de una protección especial.

Es así que se realizó la Enasic (Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados) en 2022 cuyo objetivo fue generar información estadística sobre la demanda de cuidados en los hogares y las personas que brindan los mismos.

De las 7,021 viviendas que conformaron la muestra, el 77.8% reportó tener personas susceptibles de requerir cuidados. Estas se dividieron en personas con alguna discapacidad o dependencia por algún problema o condición mental, infantes de 0 a 5 años, niñas, niños y adolescentes de 6 a 17 años y personas de más de 60 años; este último grupo representa el 17%, es decir, el porcentaje más alto y dentro de esta clasificación de personas susceptibles de recibir cuidados, son las mujeres quienes ocupan el mayor número.

Por su parte, de la muestra, el 96.7% no acude a un centro de cuidados, lo que deja la responsabilidad en manos de su familia o quienes habitan con él/ella en el hogar.

Otro dato relevante es que las mujeres mayores de 60 años que requieren cuidado sobre sus medicamentos o visitas a consultas médicas reflejan un mayor porcentaje que los hombres, al igual que en otras actividades como arreglo personal, necesidades de alimentación, compañía, etcétera.

La tasa de participación de las personas cuidadoras de otras dependientes de cuidado,s es bastante más considerable en mujeres que en hombres, siendo la primera de un 40.9% mientras que la segunda tan sólo de un 14.2

Lo anterior confirma que las mujeres son quienes reciben la mayor responsabilidad sobre el cuidado de otros, sobre todo de los adultos mayores de 60 años, dedicando a tareas de cuidado hasta 37.9 horas a la semana mientras que los hombres dedican 25.6 horas semanales al cuidado de otros.

De esto se deriva, entre otros datos, que las mujeres también representan un 86.9% en la distribución porcentual de cuidadores principales, al igual que los grupos donde se recarga la mayor demanda son los de mujeres de 30 a 39 años, casadas y económicamente activas.

Un foco de alarma en los resultados de la encuesta son las afectaciones físicas o emocionales de las personas cuidadoras principales: dentro de las cuales, de nueva cuenta las mujeres son quienes más las presentan y entre las reportadas destaca el cansancio, disminución de horas de sueño, irritación, depresión y deterioro en la salud física en general.

En cuanto a las afectaciones en la vida social se repite el mismo patrón sobre la mayoría de ellas, siendo afectadas en el disfrute de su tiempo libre, la dificultad para estudiar, la relación con sus amistades y hasta con su pareja.

Hasta aquí, los resultados de esta encuesta permiten observar y entender el papel de las mujeres en la actividad del cuidado.

La ética del cuidado, como afirma Carol Gilligan, es la expresión de una manera distinta de entender lo humano, desde la intersectorialidad de circunstancias y vulnerabilidades, que invitan a la solicitud como motivación de las relaciones personales.

Con el cuidado las mujeres resuelven la contradicción y el conflicto de forma positiva y no se trata de una actitud pasiva o de renuncia, sino casi profética, en tanto que se sustrae de la lógica simplista de la causa-efecto y hunde sus raíces hasta la lógica de la gratuidad y de la donación, que cimientan la justicia y la paz.

Así, el cuidado es una forma de resistencia al descarte, a la invisibilidad, a la marginación, a la opresión y a la violencia.

Cuidar significa sostener y proteger la vida en sus necesidades básicas, pero también en sus sutiles formas de aparecer en la invalidez y en la fragilidad.

Las mujeres que cuidan no sólo hacen el trabajo que debiera corresponder a otros en igualdad de responsabilidades sino que al cuidar, mantienen el mensaje de que otras formas son posibles e invitan a la corresponsabilidad.

Tal vez su lenguaje sea silencioso y tarde en penetrar, pero la resistencia que ejercen ante un sistema y unas estructuras que sólo validan lo que es redituable, productivo, individualista, adoptado por costumbre, aparentemente incuestionable, es un Nunca Más, rotundo y desgarrador que se sitúa por fuera de la misma lógica que reclaman y que las ha borrado a ellas también, se erige como posibilidad de sostener nuevas miradas y nuevas voces para tejer y sanar lo que un día se nos olvidó que podíamos ser.


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Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Profesora investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México
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