En una sociedad donde las mujeres siguen estando en desventaja en diferentes rubros, las flores y felicitaciones por el 8 de marzo no sirven, se requiere seguir trabajando por generar oportunidades de igualdad, respeto y seguridad a nuestros derechos. El techo de cristal debe romperse y una flor no será ese martillo.
Por siglos, el rol de las mujeres se limitaba al hogar y cuidado de hijos, sin la posibilidad de acceder a estudios o fuentes de trabajo, mucho menos dirigir una empresa o tener un cargo directivo. Hoy, el panorama es diferente: vemos mujeres brillantes liderando organizaciones a nivel mundial e innovando sectores, pero aún prevalece la deuda de igualdad.
Desde 1991, las mujeres han avanzado en la ocupación de cargos directivos, sobre todo en países de primer nivel; sin embargo, para ser ejecutivas de máximo liderazgo, el desafío se intensifica si las empresas son más grandes.
Por ejemplo, en Polonia, uno de los países con mayor avance en el tema, 34.2% de las grandes empresas tiene ejecutivas de máximo nivel, mientras que en las pequeñas la cifra se incrementa a 40.5, de acuerdo con el World Bank Enterprise Survey. En contraste, en Argentina, la tercera economía más fuerte de Latinoamérica, el porcentaje es solo de 6.9 en grandes organizaciones y 9.5 en pequeñas.
En el caso de México, solo 12% de los puestos directivos de alto rango es ocupado por mujeres, revela un estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad. La empresa en el país con más mujeres liderando puestos ejecutivos (43) pertenece al sector de telecomunicaciones.
Asimismo, sólo 11% de los asientos en Consejos de Administración es ocupado por mujeres, sobre todo en las compañías del mercado accionario, mientras que en las de mercado de deuda suman 13%.
A la par del reto de sumar más mujeres en puestos directivos, se convive con otro obstáculo: la brecha salarial. En México, ésta es de 14%, donde por cada 100 pesos que un hombre recibe como pago, una mujer obtiene 86 pesos, a pesar de realizar las mismas funciones y ocupar los mismos cargos.
Esta cifra es menor que en países como Islandia (16%), pero con el problema de la falta de oportunidades. De seguir así, lograremos romper la brecha en 132 años, estima el Banco Mundial. Para revertir estas situaciones, se requiere de un trabajo en conjunto de la sociedad y, sobre todo, de las organizaciones para crear entornos equitativos, inclusivos y con oportunidades en todos sus niveles.
Del lado de la población, necesitamos eliminar los estereotipos que se vuelven los principales enemigos para crecer profesionalmente. Basta de creer que el rol de la mujer se encamina al cuidado de familia, de las tareas del hogar o que por ser madre, no se puede ser proactiva ni exitosa. Si un hombre es padre, es admirado por dedicarse a su familia y además, trabajar arduamente, mientras que una mujer se le ve como su obligación.
Para las empresas, la tarea radica en cambiar la visión de liderazgo, potenciar las habilidades de las mujeres a través de capacitaciones y programas, y fomentar el crecimiento en todos los niveles.
Desafortunadamente, un estudio de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, revela que muchos directivos siguen considerando que un líder de éxito se caracteriza por ser competitivo, ambicioso y tenaz, cualidades comúnmente atribuidas al género masculino. A las mujeres se les sigue viendo como cuidadoras, sobre todo si son madres y no se valora su potencial. Cuando una mujer es directora, la empresa crece más del 20%, son más resilientes y toman mejores decisiones con menos riesgos.
El camino para romper el techo aún es largo, debemos trabajar día a día en conjunto, no solo el 8 de marzo porque los derechos y oportunidades de las mujeres deben obtenerse los 365 días del año. Estamos cansadas de la falta de oportunidades que por derecho merecemos, de ser desvalorizadas o ser reconocidas únicamente como cuidadoras, somos más que eso, pero es solo hasta fechas como el 8 de marzo o 9 de marzo, el día sin mujeres, cuando se percibe solo una parte.
Dejemos las flores y felicitaciones, y llenémonos de valor, fuerza y apoyo para seguir rompiendo el techo de cristal que, por años, nos ha mantenido en la banca únicamente por haber nacido mujeres.
Por Elisa Flores Forzán*
*Chief Operating Officer de Blackwell Strategy