Mientras el fuego se propagaba en el centro de detención del INM, en Ciudad Juárez, Chihuahua, dejaron encerradas a personas migrantes. Cuarenta de ellas no sobrevivieron al humo ni a las llamas. A muchas les arrebataron la vida en ese momento. A otras, al pasar de los días. Aún hay heridas de gravedad.
Ayer, la Secretaría de Seguridad (a cargo de informar, ante la ausencia de la Secretaría de Gobernación y de Relaciones Exteriores) dio a conocer que el fin de semana seis de las víctimas fueron trasladadas al Centro Nacional de Investigación y Atención a Quemados y al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, ambos con sede en la Ciudad de México. Una de ellas “perdió la vida al llegar al Ceniaq, por lo que al momento se registran 40 personas fallecidas y 27 heridas, de las cuales 23 permanecen
hospitalizadas”.
Unas horas antes de este comunicado, en su conferencia mañanera, López Obrador arremetió contra el reportero que preguntó sobre el destino, jurídico y político (¿renunciará?), del titular del Instituto Nacional de Migración, Francisco Garduño. El mandatario lo hizo defendiendo lo indefendible y sin medir el impacto de sus palabras. Dijo, textual: “Ustedes quisieran, ni así se conformarían, que quemáramos en leña verde en el Zócalo a los que presuntamente cometieron un delito”.
No, señor Presidente. Lo que la sociedad exige es un alto a la violencia, a la corrupción, a la impunidad, a las políticas criminales, al trato inhumano, al encubrimiento, a la violación de derechos.
A quienes sí quemaron y asfixiaron fueron a jóvenes y a adultos. No en el Zócalo, sino en una estación migratoria bajo la custodia del Ejecutivo federal. No por una turba enardecida, sino por autoridades. Y no en leña verde; simplemente los persiguieron, los retuvieron bajo llave, les impidieron salir y los abandonaron mientras ardía el lugar.
Aquí entre nos
La primera reacción desde Palacio Nacional fue criminalizar a las víctimas, pero se filtró el video del interior de la estación provisional.
La segunda y la tercera no han sido mejores.
En el sitio de la tragedia, en Ciudad Juárez, Andrés Manuel le reclamó a una mujer que, en medio de protestas de migrantes, se manifestó. AMLO siguió de frente y discutió desde la camioneta. La acusó de ser enviada de Maru y remató sus frases con un: “mi amor”.