Salvo raras excepciones, en este país ningún funcionario público de primer nivel pisa la cárcel por sus fechorías, corrupción, tráfico de influencias, desviación de recursos, abuso de autoridad, etcétera; siempre, para que un encumbrado político “muerda barrote”, tiene que haber de por medio una venganza política. Siendo así, pregunto: ¿Cuál fue el pecado de El Bronco que lo hizo acreedor a convertirse en el preso 10, 634 del Centro de Reinserción Social de Apodaca?
No hay evidencias que posibiliten dar respuesta certera a esta pregunta. Lo único posible, con base en indicios a la vista de todos, como lo es la disciplina de la bancada priista del Congreso al gobernador Samuel García, para aprobarle en fast-track la primera vuelta de su Iniciativa de Reforma Integral de la Constitución, es aventurar la hipótesis de que El Bronco está pagando su atrevimiento de haber hecho que Rodrigo Medina pasara 19 horas en la cárcel.
Ahora bien, sin que haya de por medio una demanda social de reforma integral de la Constitución de Nuevo León, se observa que el gobernador desea sobremanera que el Congreso le apruebe sin demora su Iniciativa, mentada por él como “nueva Constitución de Nuevo León”. Y esto, debido a que el MC solo cuenta con ocho diputados, tiene un precio.
Nada en el Congreso es gratis…
Esto, por un lado; por el otro, el “PRImedinismo” de Nuevo León, con ansias de venganza contra El Bronco por haber humillado a Rodrigo Medina encarcelándolo por 19 horas, solo para cumplir su promesa de que si ganaba la gubernatura encarcelaría al ex gobernador Medina. De ahí que, habiendo conjunción de intereses entre la primera y segunda minoría del Congreso del Estado y el titular del poder Ejecutivo, ¿por qué no iba a producirse un acuerdo?
La venganza de Medina, a cambio de no poner obstáculo alguno para la aprobación de la iniciativa de Reforma integral de la Constitución del Estado.
El “PRImedinismo” desea sobremanera recuperar credibilidad; hacer ver que el pueblo vengativo se equivocó al votar por El Bronco, quien ha contribuido formidablemente a favor del medinismo. Primero con el escándalo de los 20 millones en cobijas para los pobres que calentaban mucho menos que una mentada de madre; Y, después, con haber dejado la gubernatura para irse como candidato independiente por la Presidencia de la República.
En efecto, como todo infecto gobernante que como consecuencia de sus travesuras al terminar su sexenio tiene que cargar con el repudio generalizado de la población, a Medina no le quedó otra opción más que volverse ojo de hormiga. Pero los medinistas, aunque perdieron la gubernatura con Adrián de la Garza, debido a la falta de opciones que satisficieran las expectativas de los sufragantes, la mala puntería de éstos condujo a que las huestes de Medina ganaran el Congreso.
De no confirmarse esta hipótesis, entonces ¿qué motivos podría tener el gobernador Samuel García para impulsar la imputación que el pasado 14 de marzo se hizo a El Bronco por delitos electorales que, si desde un principio se hubiera actuado conforme a derecho, a estas fechas ya estuviera sentenciado? Peor aún, los delitos por los que Jaime Rodríguez fue vinculado a proceso no ameritan prisión preventiva oficiosa, ya que éstos se cometieron antes de que iniciara la vigencia de la reforma en la que los delitos electorales adquieren el carácter de delitos graves.
Parece tener fuerza explicativa esta hipótesis, pero ¿a cambio de qué la bancada del PAN se disciplinó al gobernador?
No sé. Lo que sé es que en el Congreso no se da un paso sin huarache. Tristemente, los problemas de Nuevo León se resuelven por vía de los conciliábulos. No por vía de la deliberación, único camino que conduce a decisiones razonables. Incluso en asuntos tan sensibles, como lo es la designación de magistrados del TSJ, es algo cuya decisión se fundamente en el sistema de cuotas entre el PRI y el PAN.
No importan razones: si me apoyas en esto, yo te apoyo en aquello… Tal es la moneda de cambio que circula en el Congreso.
Se ha aprendido ya muy bien en los partidos, que son los que alimentan al Congreso, que para ser diputado no es importante saber pensar, razonar, argumentar, deliberar, sino, con base en intereses partidistas que, desde luego, responden a su vez a intereses de grupos económico-políticos muy poderosos para quienes realmente legislan nuestros diputados –que mucho cuestan al erario–, solo se necesita saber obedecer.