Política

200 años de educación jurídica en Nuevo León

Fue el 19 de enero de 1824 cuando por primera vez en el pueblo que durante la época de la colonia llevó el nombre de Nuevo Reino de León se impartió la primera cátedra de Derecho Civil en el Seminario Conciliar de Monterrey. Precisamente 8 meses y 16 días antes de que con el inicio de la vigencia de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824, en fecha 4 de octubre de este mismo año, formalmente naciera el Estado de Nuevo León.

Y como no hay pueblo que pueda construirse sin leyes, ni nación que pueda florecer sin la ciencia, la cultura y las artes, en el primer proyecto de Estado-nación que hemos tenido los mexicanos, configurado en la Constitución de 1824, se estableció en su Artículo 50 que:

“Es facultad exclusiva del Congreso General promover la ilustración, […] estableciendo colegios de marina, artillería e ingenieros; erigiendo uno o más establecimientos en que se enseñen las ciencias naturales y exactas, políticas y morales, nobles artes y lenguas”.

Ahora bien, en la enseñanza del derecho, disciplina que durante la colonia se enseñó en la Real y Pontificia Universidad de México desde el año 1553, al lograrse la independencia de México aconteció lo mismo que con los operadores jurídicos de los tribunales de la época de la Colonia; éstos, con todos sus vicios que la historia ha señalado y tal vez con algunas virtudes, continuaron al frente de las nuevas instituciones de justicia; no había de otros para construir y echar a andar a las nuevas instituciones.

Y en el caso de la enseñanza del derecho, como las demás disciplinas, tampoco podía haber ruptura total con el antiguo régimen, el estado confesional, instituido en el Artículo 3º de la Constitución de 1824 se prolongó hasta 1857. La educación, entre otras funciones que hoy son propias del Estado, era una función de la Iglesia, no del Estado.

Las grandes transformaciones no se dan de la noche a la mañana, y no sin tener que sortear múltiples conflictos. Lo nuevo en México ha surgido, poco a poco, primero de las mismas viejas estructuras coloniales; después, marcando un nuevo rumbo con la Constitución de 1857, de las estructuras decimonónicas diseñadas por los arquitectos de la nación mexicana; luego, ya en el siglo XX, de la nueva institucionalidad establecida por el Constituyente de 1917, pero sin perder los nexos de sentido con el pasado histórico común que constituye nuestra identidad.

Posteriormente, desde las postrimerías del siglo XX y los albores del siglo XXI hasta la tercera década que llevamos ya del nuevo milenio, tiempos en los que se elogia la técnica y con mayor furor se desprecia el pensar meditativo-reflexivo de la ciencia y la filosofía (como si la técnica, por ser un hacer del hombre, no procediera del pensar filosófico y científico), en medio de confrontaciones ideológicas ya no encontramos el rumbo.

En efecto, parece que hoy, para mirar bien lo nuevo y lo que son las grandes transformaciones, ya no hay que ver hacia el pasado, sino solo lo que se alcance a ver desde los nuevos horizontes de la posmodernidad y la globalización económica neoliberal. Desecho esta forma de pensar, soy de la idea de que para mirar lo nuevo e impulsar las grandes transformaciones del hombre y la sociedad, en las que necesariamente mucho tienen que ver las funciones que cumple el derecho, es muy importante detenerse en el camino para reflexionar sobre las pequeñas grandes cosas fundacionales que dieron origen a lo grandioso, digno de la memoria histórica.

Tal es el caso de la primera cátedra de Derecho Civil impartida por Alejandro de Treviño y Gutiérrez en el Seminario Conciliar de Monterrey hace 200 años, que se cumplen precisamente este viernes 19 de enero de 2024, porque dicha cátedra simboliza el inicio del proceso de secularización del derecho y de las instituciones de procuración e impartición de justicia que, después de haberse logrado la independencia de México, sorteando golpes de Estado, asonadas, invasiones extranjeras, escasez de profesionales del derecho, etcétera, tuvieron que pasar poco más de tres décadas para que dicha secularización se lograra.

Por eso es digno de encomio los festejos conmemorativos del bicentenario de la impartición de la primera cátedra de Derecho Civil que darán inicio pasado mañana en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). Dichos actos conmemorativos serán encabezados por el rector de la UANL, doctor Santos Guzmán López, y el director de la Facultad de Derecho y Criminología (Facdyc), doctor Mario Alberto Garza Castillo.

Con Garza Castillo tuve la oportunidad de sostener una breve conversación el pasado lunes, le pregunté qué piensa hacer el hoy director de la Facdyc para superar la investigación y la enseñanza del derecho, en un contexto muy diferente y con muchas mejores condiciones para lograr el éxito que las que tuvieron los que iniciaron la educación jurídica en Nuevo León hace 200 años; a lo que respondió que con el propósito de mejorar la enseñanza del derecho piensa reestructurar, con el apoyo de los académicos, la maya curricular de la carrera de derecho; en cuanto a la investigación, dijo que ésta tiene que ser de la más alta calidad y que responda a las problemáticas que más interesan socialmente.

“Mi propósito –dijo– es que la Facdyc se mida con las mejores facultades de derecho del ámbito internacional, para lo cual, aunque no sea algo que yo pueda lograr, pero sí iniciar los trabajos para que se logre, tenemos que conseguir que la Facdyc adquiera su propia identidad en cuanto al saber jurídico”.


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Efrén Vázquez Esquivel
  • Efrén Vázquez Esquivel
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  • El autor es director científico de la Academia Mexicana de Metodología Jurídica y Enseñanza del Derecho, AC.
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