Uno de los elementos más representativos del The Wall de Pink Floyd es el relativo a la educación, con las escuelas como fábricas de uniformidad y conformismo, el sadismo de los profesores, etcétera. De hecho, probablemente la canción más emblemática del disco sea “Another Brick in the Wall”, con el coro de niños que no desean ser educados ni tampoco toleran el “sarcasmo oscuro” de los profesores y piden ser dejados en paz.
De ahí que me pareciera casi como parte del mismo guion cuando me topé hace poco en Stranger than Kindness, libro que recoge fotos, apuntes y muchos elementos más sobre la carrera musical de Nick Cave, con una carta del director de su preparatoria, la Caulfield Grammar School, fechada el 25 de junio de 1975 (Cave tenía 17 años), dirigida a los padres del entonces chico problema. Con un tono eminentemente pinkfloydiano, el director expresa su preocupación por la “actitud y conducta” de Cave, por su “falta de debido respeto a la autoridad” de los profesores, y su “falta de inclinación a aceptar instrucciones”. Tras algún incidente que no se especifica, por el cual fue disciplinado, a decir del director finalmente el muchacho comenzaba a entender que “es él quien más sufrirá si persiste en este patrón de conducta”. Luego de una legendaria carrera donde los excesos de todo tipo y los fondos más oscuros de la existencia humana han desempeñado un papel crucial, es bastante probable concluir que Nicholas no aprendió la lección y continuaría apartándose del camino del bien institucional/pedagógico para labrarse su propio camino.
Dado que Nick Cave es sin duda uno de los grandes compositores de letras contemporáneos, autor de dos novelas y ávido lector, no es para nada el caso del rockero que desdeña abiertamente todo indicio de inteligencia, como podría ser por ejemplo el caso de los hermanos Gallagher, Morrisey y muchos más. Por el contrario, la seriedad con que Nick Cave se ha dedicado a su arte termina por ser un comentario sobre cómo parecería que una de las principales funciones de la disciplina institucional tradicional es precisamente la de sofocar todo atisbo de creatividad o diferencia entre el alumnado, cuestión que se extiende en nuestros días a los más afamados centros de educación universitaria en Estados Unidos, donde la homogeneidad de pensamiento y el terror a expresar ideas que puedan ser consideradas heréticas se han convertido en la norma. Al respecto del imperio de la corrección política, el propio Cave escribió recientemente en su blog The Red Hand Files: “La corrección política ha crecido para convertirse en la más infeliz religión del mundo. Su alguna vez honorable esfuerzo por reimaginar a nuestras sociedades de una forma más equitativa recoge ahora todos los peores aspectos que la religión puede ofrecer (y nada de su belleza): la certeza y la superioridad moral, despojadas incluso de la capacidad de la redención. Se ha convertido, literalmente, en una mala religión que se ha desbordado”.
¿Qué pensaría ahora el director preparatoriano de la música y las ideas herejes del chico que desde esa edad ya se presentaba con su grupo, ataviado y maquillado como mimo gótico?
Eduardo Rabasa