Las cifras no cambian e incrementan conforme pasa el tiempo. La violencia contra la mujer sigue siendo un flagelo que no ha sido erradicado, y en ocasiones, ni siquiera enfrentado como es debido. En todo el país el clima de violencia en contra de las mujeres es brutal. Diez feminicidios cada día y la cuenta sigue. En estados como Hidalgo, mil 542 víctimas mujeres de lesiones dolosas, además de 704 delitos de violación tan solo en lo que fue 2020 y este año pinta para ser igual.
No vayamos lejos, en nuestro entorno, centro de trabajo, círculo social cercano, es probable que un episodio de violencia contra la mujer esté ocurriendo y nada se sabe.
De poco han servido los programas de difusión, las campañas para hacer conciencia o llamar a la reflexión, incluso el aumento en penas y años de prisión, por lo que se debe replantear desde lo legal, social y cívico cómo hacer frente al problema. A los agresores de mujeres no les llegan las imágenes de las marchas o los trípticos informativos; mucho menos creo que acudan a una capacitación de género o que sepan de qué se trata la convivencia respetuosa. Probablemente estén pensando en solo satisfacer algún instinto y en poder hacer lo que les plazca sin que nadie les diga nada, en especial una mujer.
Hablamos ya de una cuestión de formación personal, si lo quieren ver como valores o educación, y hasta de salud mental. Es grave, demasiado, que sigan presentándose las cifras de mujeres víctimas y de hombres victimarios, porque es el mismo patrón que se repite por generaciones.
Por desgracia, son pocas las oportunidades de poder cambiar la forma de pensamiento de una sociedad en una misma época, pero es una avance el que las mujeres cada día estén más organizadas y realizan marchas, protestas, levanten la voz y no se callen ante cualquier situación que las ponga en riesgo. Ojalá haya muchas más que tomen su ejemplo.
Eduardo González
Twitter: @laloflu