La llegada de Morena a Hidalgo, con el inicio del gobierno de Julio Menchaca Salazar fue un espejo que reflejó dos realidades: la de la clase política y la de la sociedad.
Lo primero que se pudo percibir en el día en que inició el sexenio 2022-2028, es que hay una rabia contenida dentro de los grupos que han esperado por tantos y tantos años que el PRI cayera en las urnas, que ahora claman por justicia social o política, si es que existe.
Del otro lado está la clase política, la de ayer, la de hoy, la de siempre. Llamando a la paz y la concordia entre partidos, entre pares y homólogos de parlamentos y gobiernos municipales.
Se pudo escuchar y ver que dentro de dicha rabia contenida, hubo gritos, alaridos, quejas, libre expresión de parte de grupos que apoyaron la campaña de Morena, otros solo la del ahora gobernador Menchaca, unos más que llegaron por los diferentes equipos de trabajo que se conformaron, pero al final, todos buscando un mismo objetivo, la transformación de Hidalgo.
Ahora toca convertir dicha rabia en fuerza de trabajo para poder realizar todas las obras y acciones que se han fijado para no solo hacer posible que la 4T se sea una realidad en la entidad, entiéndase por ello, un estado sin corrupción, con cero impunidad, sin derroche de recursos públicos, con humanismo y sensibilidad en sus funcionarios.
El camino es largo, aunque seis años parezca poco para cambiar la vida pública de la entidad; sin embargo, se tiene que fijar una meta mayor ya que se rema contra 93 años de una misma forma de hacer política en Hidalgo, que para bien o no, ya fundó e hizo lo que hoy se tiene.
Lo anterior no quita tampoco que la gente haya acudido a la ceremonia donde Julio Menchaca rindió protesta como gobernador, a sacar de lo más profundo algún tipo de reclamo contra los funcionarios salientes, contra los ex gobernadores, que en su momento tuvieron la oportunidad de realizar los ajustes que creían correctos.
Eduardo GonzálezTwitter: @laloflu
