Lo de hoy, aunque ya es una práctica añeja, son las reuniones secretas en busca de acuerdos. La política el estilo Hidalgo, entre oposición que no lo parece y gobierno que es más de oposición que oficialismo, dicta que si no hubo reunión secreta no vale el acuerdo.
Y así ha sido desde hace un año al menos con todo lo que gira en torno al Congreso del estado, los diputados de Morena, los nuevos funcionarios del “Gobierno de México”, así como los actores externos que buscan intervenir en la vida del estado.
Ayer fue el ex subsecretario de Prevención del Delito de la Segob en tiempos de Miguel Osorio Chong, Alberto Begné Guerra, quien se reunió en secreto con el presidente de la Junta de Gobierno, Ricardo Baptista.
En el mismo restaurante, en otro privado, se reunieron los líderes parlamentarios del PRI, PAN, PES y otros diputados, quienes no acudieron a las reuniones de comisiones, ni a la Junta de Gobierno, aludiendo actividades partidistas, pero en realidad tuvieron un cónclave para luchar por el control del Legislativo en días próximos.
Es decir, tenemos las dos caras de la moneda en el mismo lugar; por un lado el presidente del Congreso, acaecido y sin cercanos que puedan jurarle lealtad política, reunido con enviados en apariencia del ex titular de la Segob; y por el otro, los diputados de las demás fracciones quienes buscan destronar a Morena. Aquí la cuestión es saber quién busca a quién en la política, por qué en este momento (se vienen las elecciones municipales en 2020) y con qué propósito.
Desestabilizar a uno de los poderes del estado no parece ser una buena estrategia para la vida de Hidalgo a pesar de que existan rivalidades políticas; en estos tiempos de guerra sucia, parece que los representantes morenistas, principalmente los del Grupo Universidad, no requieren de apoyo para desprestigiarse y errar en declaraciones, pronunciamientos y propuestas.
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