El coronavirus obligó a dejar en la congeladora la agenda pública de temas que no por eso significa que ya no estén presentes o que no sigan ocurriendo cosas graves en el país.
Más allá de la violencia cotidiana, de los abusos y homicidios, de los robos y el crimen organizado, seguimos viendo un país que atenta contra los derechos humanos y fundamentales de los migrantes.
Otra crisis de la pandemia será la falta de atención médica de quienes están cruzando el país en estos precisos momentos, pues la migración no conoce de enfermedades.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Migración se estima que ingresan aproximadamente 200 mil personas indocumentadas anualmente por la frontera del sur, las que durante su estancia o transito dentro del país enfrentan altos riesgos de ser víctimas de delito y violaciones a sus derechos humanos.
Esto significa que al menos en los tres primeros meses del año ya han ingresado 50 mil personas provenientes de Centroamérica y el Caribe o de otras latitudes. La mayoría, sino es que todos, con múltiples carencias, si ninguna atención, expuestos al coronavirus e invisibles para el sistema.
En Hidalgo, en días pasados Notivox acudió a la Casa del Migrante en el municipio de Atitalaquia donde se informó que se sigue operando de forma normal, recibiendo y alojando a quienes lo requieren y dando alimento que se obtiene por medio del apoyo de la iglesia católica, organizaciones y las encargadas del lugar.
Sin embargo no hay medidas sanitarias, menos inspecciones o jornadas de limpieza, y mientras pasan los días, las fases y el aislamiento, los migrantes siguen su paso por nuestro país como si se tratara de una simple pausa en el camino. Para ellos no hay pandemia, hay pobreza y falta de oportunidades en sus países.
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