En plenas campañas electorales, en el proceso más importante de los últimos años en el país y varios estados, se presenta un análisis muy recurrente en el que todo mundo opina y critica las decisiones de quienes dirigen los partidos políticos, los gobiernos y que toman las determinaciones para las candidaturas.
En todos los casos el motivo es el mismo, el desorden y falta de una planeación laboral y administrativa en la vida de los partidos, que provoca que los tomadores de esas decisiones sean orillados a buscar salidas rápidas que les generen la menor cantidad de problemas.
En Hidalgo, por ejemplo, el periplo de las designaciones para las candidaturas de Morena al Congreso local y los municipios, está siendo el gran dolor de cabeza de la dirigencia estatal; si ya lo fue con las designaciones al Senado y San Lázaro, lo que se viene no tiene punto de comparación.
Para la oposición el escenario no es diferente, quienes acusan y señalan también están haciendo lo mismo que sus contrincantes.
¿Cómo es que se determina que una persona o cierto perfil es el ideal para ser candidato o candidata?, realmente nadie lo sabe y aunque los méritos deberían ser la valoración del trabajo y la experiencia, la realidad es que nada cuenta para poder ser o estar en el momento indicado.
En México, cualquiera puede ser el candidato a cualquier puesto, solamente se necesita estar bien posicionado con quien va a tomar la decisión y tener buenas relaciones públicas.
El desorden en que viven los partidos políticos, es un reflejo de lo que hoy tenemos como oferta para la administración pública gubernamental.
El tiempo que los ciudadanos han dado a los políticos para poder demostrar lo contrario ya feneció hace mucho y no se pudo modificar la imagen que se tiene de quienes son los representantes populares, por lo que iremos a las urnas con lo que hay.