Que ya se ha vuelto una tendencia que el derecho de manifestación en las calles, más que para apoyar causas generales o ideologías políticas como era antes, ahora principalmente se utilice para presionar sobre temas muy particulares y personales, por ejemplo la búsqueda de algún familiar o la exigencia de algún servicio. Esos bloqueos han multiplicado las tareas de los encargados de asuntos como la gobernabilidad, vialidad y seguridad pública, por lo que quizá el Congreso debería tomar nota para analizar el tema.
Que sin embargo hay aspectos más generales, de interés para un amplio sector de la sociedad mexiquense, como la convocatoria que una organización civil ha hecho para realizar una marcha el 24 de agosto contra la intención de subir la tarifa mínima del transporte público. Su planteamiento es que el servicio que otorgan las empresas es tan malo, que en realidad deberían cobrar menos de la cuota actual. Hasta ahí bien en cuanto a expresar una exigencia ciudadana.
Sin embargo, la organización No Al Tarifazo puede estar tropezando al incluir en su protesta una expresión de solidaridad con el pueblo palestino... Muchos se preguntaban ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? Evidentemente esta digresión lo único que hace es distraer y diluir el objetivo central.
Que está claro que la libertad de credo y de prédica son algunos de los más importantes derechos de los que gozamos los mexicanos, sin embargo, tiene sus “asegunes” que lo limitan. Uno de obvio sentido común es que los servidores públicos no deberían utilizar para este fin los bienes públicos, y menos en horario laboral. Por esa razón levantó muchas cejas el animado mensaje del ex funcionario naucalpense por el PT, Mauricio Aguirre, hoy morenista al frente de un área administrativa en la Escuela de Artes y Oficios de la Secretaría del Trabajo.
Resulta que, desde su oficina y a través de un reel de video en Facebook, con una imagen muy ad hoc a sus espaldas, convoca a sus correligionarios ¡de Iztapalapa! a la escuela de líderes católicos, donde promete “intercambiar un gran testimonio desde el servicio público (…) para un liderazgo transformador”. ¡Que viva el Estado laico!