Hoy viernes y mañana sábado, la Comisión de Ciudades Heroicas de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas (ANACCIM) se reúne en Torreón para dictaminar sobre la ciudad de San Pedro, Coahuila, como candidata al calificativo de “Ciudad Heroica”, y también el caso de Paredón (municipio de Ramos Arizpe, Coahuila) como “Sitio Histórico de Interés Nacional”. La proclamación de las condecoraciones para ambos lugares, coincidiría con el centésimo aniversario de las batallas revolucionarias que hicieron famosos a ambos lugares. Los miembros de esta Comisión de Ciudades Heroicas de la ANACCIM son los señores Samuel Ruiz Madrigal y señora, Cronistas de Zitácuaro; José Jaime Castro, Cronista de Toluca; Francisco García García, Cronista de Tenango; José Arturo Castillo Ramírez, Cronista de Pachuca; Matías Rodríguez Chihuahua, Cronista de Matamoros, Coahuila, y como Cronista Anfitrión, Sergio Antonio Corona Páez.
Hay algunas personas que son escépticas en lo que se refiere a la autoestima que se profesaban los tlaxcaltecas de la Comarca Lagunera en tiempos virreinales. Era gente orgullosa de ser quienes eran, los verdaderos conquistadores del imperio de Moctezuma II. Porque recordará el lector que Hernán Cortés era, a los ojos de la ley española de 1521, un fugitivo, un prófugo, un hombre que se había robado una expedición previamente acordada por capitulaciones, entre la Corona y el gobernador de Cuba, Diego Velázquez.
Cortés estaba obligado a ganarse el perdón, y de ser posible, la admiración del nuevo rey de España, Carlos I (V de Alemania). Las famosas Cartas de Relación de Cortés eran precisamente el medio para lograrlo. Para remediar la situación legal en la que se metió, Cortés necesitaba un tesoro que justificara su robada campaña de conquista, y una crónica a la altura de la leyenda. Consideramos que las Cartas de Relación exaltan al nivel del mito a un reducido número de españoles conquistadores que se llevan el mérito en el texto (con toda intención) y ponen sordina a las hazañas de los cien mil guerreros tlaxcaltecas (números redondos) que combatieron hombro con hombro con los españoles.
Esta autoestima de los tlaxcaltecas laguneros virreinales, era reconocible y reconocida por cronistas e historiadores del siglo XVIII. En la Historia de la conquista de la Provincia de la Nueva Galicia, escrita en 1742 por el licenciado Matías de la Mota Padilla, éste describe con cierto asombrado desdén las características tan peculiares de la colonización del norte por los tlaxcaltecas, particularmente los de San Esteban de la Nueva Tlaxcala (Saltillo) y sus descendientes los tlaxcaltecas parrenses:
“Esta fue acordada providencia, y la que a mi ver se había de practicar en todas las pacificaciones del reino, porque los indios fueron gustosos (en 1591) con títulos de pobladores, y por verse privilegiados y estimados de los españoles, y entonces se portan como tales y procuran darse a respetar, aprenden a leer y escribir, y aun aspiran a que sus hijos sean de la iglesia, y así hemos visto que en el Saltillo y Parras ha habido algunos sacerdotes, y se han mezclado por casamiento los indios con españoles, de que han salido mestizos de mucha honra, y después por casamiento se han procreado muchos que ya son españoles, sin negar la sangre de indios sus antepasados, y se tienen aun por más nobles en probando haber sido de los pobladores, y a su imitación los indios masaguales, que es la gente ordinaria, procuran imitarles; de aquí es que en el Saltillo y Parras, los indios no hablan otra lengua que la castellana y tienen competentes caudales, y no son vejados, como lo son por lo común los indios de otros pueblos”
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