El 27 de mayo pasado el querido y respetado Joan Manuel Serrat fue premiado con el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Costa Rica. Un hombre que ha dedicado su vida a escribir y cantar, sabiendo que “el que canta su mal espanta” y que “todos tenemos una canción”.
Sus conceptos vertidos en esa ceremonia fueron profundos y de gran actualidad, por lo que transcribo para usted (y comento brevemente) una parte de ellos:
“En los últimos años ha sido extraordinario el crecimiento tecnológico y científico que hemos experimentado, pero también ha sido muy grande la pérdida de los valores morales de nuestra sociedad. Se han producido daños terribles a la naturaleza (muchos de ellos irreparables), y es vergonzosa la corrupción que desde el poder se ha filtrado a toda la sociedad.
Más que una crisis económica, diría que estamos atravesando una crisis de modelo de vida, y, sin embargo, sorprende el conformismo con el que parte de la sociedad lo contempla como si se tratara de una pesadilla de la que tarde o temprano despertaremos. Espectadores y víctimas parecemos esperar a que nos salven aquellos mismos que nos han llevado hasta aquí.
Es necesario que recuperemos los valores democráticos y morales que han sido sustituidos por la vileza y la avidez del mercado, donde todo tiene un precio, donde todo se compra y donde todo se vende. Es un derecho y una obligación restaurar la memoria y reclamar un futuro para una juventud que necesita reconocerse y ser reconocida.
Tal vez no sepamos cuál es el camino, tal vez no sepamos por dónde se llega antes, pero sí sabemos qué caminos son los que no debemos volver a tomar. Espero que ustedes, gente buena, instruida y tolerante, sabrán juzgar mis palabras por su intención más que por la manera en que he sido capaz de expresarme. Mientras tanto, que los músicos no paren de hacer sonar sus instrumentos y que los poetas no dejen de alzar la voz. Que los gritos de la angustia no nos vuelvan sordos, y que lo cotidiano no se convierta en normalidad capaz de volver de piedra nuestros corazones”.
En efecto, las tragedias que padece el mundo son por “la pérdida de valores morales”. Hoy se rinde culto sagrado a la “modernidad”, entendida como la destrucción de todo lo pasado, que fue cimiento y corazón de nuestra cultura occidental.
Ciertamente “es vergonzosa la corrupción que desde el poder se ha filtrado a toda la sociedad”. Sí, pero también la sociedad es proveedora de corruptos a las instituciones.
Sin “el conformismo de parte de la sociedad”, no padeceríamos la “pesadilla” que apuntala a los sinvergüenzas en el poder.
Se termina mi espacio, pero va otra de sus magistrales expresiones: “Tal vez no sepamos cuál es el camino… pero sí sabemos cuáles son los caminos que no debemos volver a tomar”.
El conformismo es pudrición.
Diego Fernández de Cevallos