Tras el alzamiento del 1 de enero de 1994, ocurre algo que el EZLN no tenía previsto. “Nos enfrentamos con el problema éste de que ahora teníamos que hablar y no nos habíamos preparado para hablar. Digamos que desde esos primeros días y hasta nuestros días, nos hemos dedicado a improvisar en todo lo que se refiere al mundo exterior o externo”, explica el subcomandante Galeano en la entrevista.
“Nosotros pensábamos que esta perversidad de Carlos Salinas de Gortari había lastimado lo que era el bloque político, digamos, priista. Que el afán depredador de esta generación neoliberal que dice: ‘vamos a imponer un nuevo modelo, una nueva etapa del capitalismo’, tiene como estorbo a la vieja clase política; y Salinas lo operó de la manera mas humillante para el resto de la clase política: prácticamente los hizo a un lado y eso provocó que hubiera resentimientos y rencores mero dentro de la clase política; por eso los titubeos del gobierno para reaccionar a las primeras horas del alzamiento. No sabían de que se trataba y no se les ocurrió pensar que era un movimiento indígena legítimo, con lo que ya sabemos ahora, sino, lo primero que pensaron es que alguien de adentro les estaba haciendo una mala jugada”.
—¿Cómo reaccionaron ustedes ante este desconcierto oficial?
En lo que averiguaban quién era el que los había traicionado de esa clase política —la cual dejó de ser un bloque desde entonces y no ha logrado recuperarse— eso le dio tiempo al EZLN para replegarse, según su plan original, hacia las montañas y ahí resistir y darse cuenta de que ahora tenía que hablar y explicar quiénes eran, porque ya la gente de afuera de las ciudades y de otras partes del mundo había visto que eran indígenas los que estaban peleando, aunque había un hombre blanco, narizón que estaba con ellos; de hecho, el primer ataque ideológico que tenemos es: ‘son pobres indios que están siendo manipulados por una mente perversa blanca, por un hombre barbado’. Aunque yo traía pasamontañas, no podían saber si traía barba o no.
—Sin embargo ese ataque no permeó…
—La gente ya no creyó en ellos, algo se rompió dentro del imaginario nacional y nosotros pensamos que incluso mundial. No es cierto que estamos a un paso del primer mundo, no es cierto que el TLC significa dejar el México de atrás, los indígenas zapatistas venían a decir eso: ‘todo esto es una farsa’; y eso acabó con la credibilidad de un día para otro del gobierno de Salinas, que todavía la víspera estaba en el punto más alto, había sido nombrado el hombre del año y estaba haciendo sus planes para reelegirse después de Colosio.
—En noviembre de 1993, el Congreso de EU ratifica el TLC, México va a entrar a la OCDE y OMC, la selección mexicana de futbol es subcampeona de la Copa América…
¿Quiénes son? y ¿qué quieren?eran las preguntas que había en todos lados, entonces ahí empezamos a hablar
Sí, digamos que en noviembre de 1993, México era parte de Norteamérica, pero el 1 de enero de 1994, México regresó a Centro y Sudamérica, que es su raíz original. Salinas era más ambicioso. Él quería poner a México en Europa, aprovechando el TLC, entonces todo esto se rompe; de hecho dicen que Salinas está celebrando el Año Nuevo con sus cercanos cuando le dicen que hay unos indios que se están alzando y nadie sabe quiénes son, qué quieren, entonces digamos que la gente dice: ¿quiénes son? y ¿qué quieren? Esa era la pregunta que había en todos lados, entonces ahí empezamos a hablar.
—Y a entrar a un nuevo terreno de discusión pública…
Un terreno que no conocemos y no me refiero solo al mediático, que no lo conocíamos, sino a todas las fuerzas políticas que se están jugando ahí. Tuvimos un problema entonces que es que nuestro modo, es que nosotros creemos en la palabra: el valor de la palabra en las comunidades originarias tiene un valor que no tiene nada que ver con el que hay en la ciudad. Cuando alguien dice algo en las comunidades es que eso es, cuando alguien dice algo en las ciudades es que tal vez no quiso decir eso, hay que buscar entre líneas, qué hay detrás, entonces, nosotros salimos con esta formación de las comunidades y si alguien decía que apoyaba, lo creíamos y luego salió que no, o si alguien decía que nos respetaba y luego salía que no, o que solo nos quería usar, que fue la historia posterior de gente que se acercó, nos usó, escaló en su carrera política o militante, lo que sea, y luego, cuando nos negamos a obedecer el camino que proponían, nos hizo a un lado.
Así es como, si para el resto del país el 1 de enero fue una sorpresa, para el EZLN el 2 de enero fue una sorpresa no solo en México sino en el mundo entero, o sea nos habíamos encontrado con un mundo que no esperábamos, incluso con un manejo mediático que no esperábamos.
—¿Qué esperaban?
Nosotros esperábamos una condena unánime de los medios y en ese entonces nos encontramos con más ganas de tratar de entender, pero nosotros pensamos que eso fue fundamentalmente por los que nosotros les decimos los periodistas de a pie, o sea la banda, los trabajadores, no que fuera algo de los directivos; como que esos hombres y mujeres periodistas que vinieron y empezaron a ver que aquí hay algo que no está checando, que no tiene nada que ver con lo que dice la radio, televisión, revistas, periódicos, y es ese afán, ese instinto que además me imagino que es un instinto periodístico de tratar de entender qué está pasando, entonces se nos abre esta oportunidad de poder hablar y nosotros empezamos a ensayar, balbuceos los primeros comunicados, los primeros encuentros, y a decir: “bueno, si hay otra forma de resolver esto que no sea muriéndonos, órale, muéstrenlo”.
—Así llegan al cese del fuego…
Es cuando el gobierno ofrece el cese al fuego, que es una mentira, porque todavía siguen atacando, después de ese supuesto cese al fuego, nosotros tenemos prisioneros de guerra que habían sido tomados en el ataque a San Cristóbal, por el lado de Rancho Nuevo, y queríamos ver la forma de negociar su liberación. Habíamos tomado preso al general Absalón Castellanos en el lado de Margaritas, que estuvo vivo por una soga que no encontraron. Los compañeros zapatistas de ese lado que habían sufrido en carne propia las chingaderas que hacía Absalón Castellanos en su finca, lo habían decidido matar, o sea ejecutarlo, pero decidieron que ni siquiera valía la pena una bala, entonces decidieron colgarlo, pero era 1 de enero, había un alzamiento, las tiendas estaban cerradas, no encontraron la soga y entonces no lo colgaron; entonces, cuando yo me enteré, dije: “no, vamos a cambiarlo por nuestros compañeros que están presos”. _
(CONTINUARÁ)
Diego Enrique Osorno