Policía

South Park Bukele

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Es cliché empezar un texto así pero tomo el último tren de regreso a Róterdam, tras un día en Ámsterdam. En los audífonos suena cumbia rebajada, creo de Aniceto Molina, mientras sombras dantescas aparecen y desaparecen por la ventanilla.

Este viaje de una hora termina marcado por algo que me topo al entrar en la maraña digital del teléfono: el presidente de El Salvador, un cretino llamado Nayib Bukele, difunde a diestra y siniestra en sus redes sociales fotografías y videos de personas descalzas, con el torso desnudo y sobajadas por guardianes y una cámara que registra sin pudor alguno esta barbaridad vendida como triunfo de los aparatos de seguridad y la lucha antiterrorista.

Por alguna extraña razón tenía la impresión de que usar la falacia del terrorismo había pasado de moda en los salones de la demagogia política hegemónica. Tras la sobreexplotación hecha por EU durante el gobierno de George W. Bush, creí agotada esta retórica absurda.

Sin embargo, henos aquí, indignados unos, celebrando otros, entretenidos todos, con el espectáculo ofrecido por el jefe del Estado salvadoreño, a costa de miles de jóvenes apresados y humillados en pos de la paz.

Debo reconocer que batallo con el sentido del humor oscuro. A causa de una historia en la que trabajo hace unos meses, he tenido que encararlo para intentar entender y explicar ciertos personajes y mundos distantes de mi perspectiva habitual. Así llegué a South Park, una serie animada creada por Matt Stone y Trey Parker a finales de los noventa, pero que descubrí hace no mucho.

Todo el abordaje abusivo y escatológico de los niños que protagonizan estas caricaturas para adultos se nutría en sus inicios de la realidad política y social; sin embargo, ante la enorme producción de absurdos que ésta ha logrado generar en los años recientes, los creadores claudicaron: “Es muy complicado —reconocieron— ahora que la sátira se ha convertido en realidad. De verdad que intentamos reírnos de lo que estaba pasando, pero no conseguíamos mantener el ritmo. Lo que pasaba era mucho más gracioso y sórdido que todo lo que pudiéramos imaginar”.

El último tren del día ha llegado a Róterdam. Todavía suena en mis oídos insonorizados la misma cumbia rebajada con la que inicié el viaje y esta columna desesperada.

Diego Enrique Osorno

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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