
Antes de que se subiera a un avión en Monterrey para viajar a Berlín, le envié unas preguntas a Paloma Petra, actriz que conocí por su estupendo trabajo en La Paloma y el Lobo, de Carlos Lenin, aunque ahora buscaba conocer más de ella, tras ver su deslumbrante actuación en El norte sobre el vacío, película de Bengala y La Tuna Films que hoy estrena en la Berlinale.
Un hecho ya legendario del noreste mexicano: la defensa hasta la muerte hecha por don Alejo Garza de su rancho, es la anécdota alrededor de la cual la directora Alejandra Márquez Abella realiza un implacable como instruido ensayo sobre la masculinidad, en el cual termina desdoblándose como protagonista de esta historia ficticia el personaje de Rosa, interpretado virtuosamente por Petra.
Tras cruzar el Atlántico y pisar suelo alemán, la actriz regiomontana continuó la conversación a través de notas de voz de WhatsApp.
¿Cómo te enteraste de la muerte de Don Alejo y qué pensaste en aquella ocasión?
¡No mames! La verdad es que en Nuevo León estábamos viviendo un estado de mucho miedo y fragilidad. En el norte tenemos modelos de masculinidad muy tóxica, como el que somos bien entrones, que no le sacamos a nada y nos creemos muy chingones y tal, pero cuando se desató la violencia del narco, pues si entramos en una vulnerabilidad colectiva muy cabrona. Estaban pasando cosas muy fuertes y nos sentíamos indefensos, y cuando supe de lo de don Alejo, para mí justo fue esta historia heroica: “yo quisiera ser así, yo quisiera hacer eso, yo quisiera poder defender lo que es mío sin miedo”. Fue algo que me despertó un poquito de esa pasividad que estaba sintiendo en ese momento.
¿Podrías compartir la preparación o el tipo de proceso que usaste para interpretar a Rosa?
La primera vez que hablé con Ale sobre el personaje estábamos de acuerdo en que había que partir de la ira y el enojo. Rosa es una mujer emputada por muchas razones: porque su casa no era su casa, porque podían llegar cuando quisieran los dizque dueños a adueñarse de todo lo que ella trabajaba ahí, de todo lo que ella invertía, cuidaba y procuraba... porque había un chingo de violencia sucediendo que tenía que soportar y absorber justo para que no le llegara a la familia, entonces ella tenía que asumir responsabilidades impuestas por la clase social.
Luego, a mí me gusta mucho algo que aprendí con “La Paloma y el Lobo”: construir a través de los espacios, o sea, ¿qué nos está diciendo?, ¿qué atmósferas tiene ya por naturaleza y cuáles son las que queremos crear en esta película? Por eso le pedí a la Producción que me llevaran a los scoutings para ver los espacios en los que íbamos a filmar.
¿Quién es Rosa?
Rosa es una morra emputada, porque ha sido invisibilizada. Está enojada porque creo que sabe, o intuye, que todo lo que ella procura, construye, nutre y quiere, se lo pueden quitar, ya que no le pertenece, y le enoja saber que nada es de ella. Y además de todo esto, ha tenido que convertirse en mujer fuerte por el machismo que vivimos en México, aunque acá estamos en el noreste. No se le reconoce esa fortaleza y se le infantiliza por ser mujer, entonces está cabrón: ¿quieres que me la pele y que cuide y que haga esto y esto y que sea mujer fuerte, pero luego no me reconoces tampoco eso?, o sea, ¿me invisibilizas ese jale que también estoy haciendo, güey? ¡Chinga tu madre!
¿Significa algo especial para ti interpretar un personaje norteño?
Como actriz y cineasta es muy importante para mí la descentralización del cine. El cine nutre a nuestra cultura y por muchos años hemos tenido un cine centralizado que habla desde la experiencia de la Ciudad de México -que no es la nuestra, la norteña-, que es muy diferente, y entonces me parece muy bello que podamos abrir el cine para que refleje otros tipos de mexicanos que existen.
Para mí sí es una meta el poder darle vida, ya sea como actriz o productora, a estos personajes, a estas historias que no se han contado de acá de donde somos, porque somos parte de México y tenemos cosas que contar y mucho que sanar, ya que el cine termina siendo también herramienta de sanación.
¿Qué posición tienes frente a una idiosincrasia como la del noreste, cuya peculiar masculinidad es abordada en la película?
Yo soy feminista y Ale también, digo, ya no sé qué signifique en realidad ser feminista, pero bueno, esa es otra conversación… Me parece valioso y bello que podamos cuestionar la hegemonía masculina, o sea, la visión hegemónica de lo que es la masculinidad y la feminidad en el norte. Hay una canción de Intocable que para mí es justo el retrato de esa masculinidad. Se llama “Fuerte no soy”, en la que una parte dice: “Y la verdad es que no soy tan fuerte como lo pensaba…”. Para mí ese es mi papá, mi hermano, mi pareja, mi suegro, mis amigos, es absolutamente todos los hombres que conozco, que tienen que llevar esta máscara de tener que demostrar virilidad o esconder sus miedos y sentimientos. Creo que esa canción lo expone bien y dice: ‘güey, no mames, no soy tan fuerte como lo pensaba’. Es muy bello cuando un hombre puede darse cuenta de eso y aceptarlo, y en esta película, Don Reynaldo vive un proceso así.
¿Cuándo decidiste ser actriz?
Siempre supe que quería ser actriz desde niña. La típica historia de que todas las navidades o reuniones ponía a mis amigas y primos a hacer obras, a presentarlas con la familia. También teníamos suerte de que a mi papá le encantaba el cine, entonces vimos muchas películas en casa. Mi papá tenía una tienda de discos en Monterrey que se llama Saharis y cuando llegó Napster y toda la piratería cibernética de la música, se le ocurrió meter películas, entonces había una sección que se llamaba cine de arte y yo de teen, pues me la vivía justo rentando películas de esa sección, sin saber absolutamente nada.
Me fui primero por una selección típica: actores, entonces me rentaba filmografía accesible, como por ejemplo la de Gael García y me ponía a ver todo lo del García y así llegaba a descubrir otro tipo de películas e iba entendiendo que cada director y directora tenían una propia voz y exploraban a su manera el mundo. Llegué a Lars Von Trier, obviamente por Nicole Kidman, ya que además mi papá la amaba. Decía que si yo quería ser actriz tenía que estudiar a Nicole Kidman.
Otras veces nada más me paraba frente a la sección de cine de arte y escogía portadas que me llamaban la atención y resultaba que era el Séptimo Sello, de Berman… clásicos así, pero yo tenía trece años y no sabía nada, aunque mi papá me impulsaba cabrón, lo cual agradezco mucho.
¿Cómo ha sido el camino hasta ahora?
No fácil, sobre todo para mí que tengo un perfil medio específico y una personalidad marcada fuerte, además de que soy de Monterrey y no vivo en la Ciudad de México, pero la verdad estoy agradecida y contenta con las pocas experiencias que he podido tener, porque es lo que siempre he querido hacer en mi vida y las veces que he tenido el privilegio de hacerlo he sido feliz. Es en el set cuando más plena me siento como ser humano.
Diego Enrique Osorno