Policía

Pablo Escobar, según César Gaviria

“A partir del momento en que se entregó, empezamos a construir una cárcel”. ESPECIAL
“A partir del momento en que se entregó, empezamos a construir una cárcel”. ESPECIAL

Hace tiempo recibimos en la productora Detective varias horas de grabaciones telefónicas interceptadas a Pablo Escobar. Estos viejos audios registraban la voz real del capo más ficcionalizado del mundo y abrían ciertas interrogantes, por lo que decidimos hacer un podcast en conjunto con Exile, el cual ahora está disponible como un original de Spotify.

Bajo la dirección de Diego Rabasa y Pedro G. García, el gran maestro y periodista Daniel Coronel nos ayudó a presentar la historia de los últimos años del narcotraficante colombiano.

Durante la investigación hablamos con espías, periodistas, militares, familiares del capo, agentes de la DEA, historiadores y muchos otros testigos directos que nos ayudaron a entender las cintas y seguir revisando y cuestionando diversos aspectos de la llamada guerra contra las drogas.

Una de las entrevistas clave fue la de César Gaviria, presidente de Colombia de 1990 a 1994, justo los años en los que ocurrió la entrega, fuga, cacería, muerte e inicio de la mitificación de Escobar. 

Al mismo tiempo fue una época en la que, a costa diversas crisis judiciales, se sentaron las bases para que en Colombia exista hoy una coordinación más eficiente entre el poder Ejecutivo y el Judicial que la que hay por ejemplo en México.

La historia que conversamos con Gaviria sobre Escobar inicia con una serie de negociaciones en las cuales, a cambio de no ser extraditado a EU, el capo se entregó a la justicia colombiana en junio de 1991 para ser ingresado a un centro de reclusión diseñado especialmente para él y que fue conocido como La Catedral.

El acuerdo de sometimiento que hizo su gobierno con Escobar fue cuestionado, ya que así el capo evitaba la extradición a EU y podía quedarse en una cárcel prácticamente hecha a su medida. ¿Qué valoración haría a la distancia?

Hoy los narcos colombianos solo se le entregan a la justicia gringa. Después de aquella entrega de Escobar, nunca nadie más se le volvió a entregar a la justicia colombiana. La justicia de Colombia es mucho más severa que la justicia de EU, porque allá los condenan a 10 años y si tienen buen comportamiento, a los cinco lo sueltan, no los acusan de delitos gravísimos, ni de crímenes, ni de masacres, sino de narcotráfico... Por eso hoy, cuando un narcotraficante colombiano se quiere someter, se entrega a la justicia norteamericana, no a la colombiana. La colombiana se ve mucho más peligrosa, más eficaz, porque va a traer a cuenta todos los crímenes, todas las masacres cometidas. 

Desde la época de Escobar tenemos esa situación, aunque en aquel entonces la gran batalla de los narcos fue tumbar la extradición por miedo a EU, hoy ellos mismos prefieren entregarse a la justicia de EU que a la colombiana.

¿Qué tipo de relación tenía su gobierno con las agencias de EU y cómo actuaron éstas en el contexto de la entrega de Escobar y la política de sometimiento? 

Los EU no se opusieron a nuestra política. Tampoco es que la hubieran respaldado con entusiasmo, pero entendieron por qué lo íbamos a hacer. Eran muy desconfiados y nunca se metieron con nosotros ni estuvieron en desacuerdo públicamente con la política de sometimiento. 

¿Cómo negociaron con Escobar su entrega e ingreso a La Catedral?

En la etapa final de la negociación de la entrega de Escobar, hubo un tema muy crítico: ¿cómo garantizarle a este señor que no lo iban a matar, pues este tipo tenía unos enemigos formidables? Había que garantizarle a este señor una seguridad que nos permitiera protegerle la vida, porque hubiera sido muy dañino que lo hubieran matado o algo así. ¿A dónde lo llevamos? A un galpón, a un sitio, a una cosa que quedaban en Envigado, que era de donde era y que en esa época era como el principal centro de narcotráfico y hogar de Escobar. 

A partir del momento en que se entregó Escobar, empezamos a construir una cárcel, a convertir un galpón en una cárcel. Esa tarea estuvo bajo la responsabilidad de Eduardo Mendoza, viceministro de Justicia, y estábamos en ese proceso cuando se presentaron los episodios estos que llevaron a la fuga de Escobar.

Pero lo que es sorprendente es que en Medellín, cada vez que algún avión sobrevolaba Medellín, Medellín entero gritaba: ¡Van a matar a Escobar! ¡Compraron unos misiles en El Salvador y van a matar a Escobar!, ¡Van a dejar matar a Escobar! ¡No están haciendo nada para que no sobrevuele! Y efectivamente hubo que tomar hasta medidas para que nadie sobrevolara ni matara a Escobar de las mil y una formas inimaginables. 

Después, todo el mundo decía: ‘No es posible que Escobar estuviera ahí’, ‘Como así que le dieron una Cárcel’… La realidad es que apenas estábamos haciendo la cárcel cuando ocurre la fuga de Escobar. 

¿Cuáles fueron las primeras cosas ilegales que detectaron que hacía Escobar en La Catedral?

El fiscal general de la República empezó a encontrar unos temas muy inquietantes. Hubo un informe que decía que en La Catedral había una serie de lujos y de cosas que no eran propias de una prisión, cosa que no es raro cuando los mafiosos están en las cárceles. Ese tipo de problemas pasan, no son excepcionales. Pasan hasta en EU. 

Ahora, hubo un momento en que ya nos dimos cuenta que teníamos que hacer algo con esa decisión de tener a Escobar en ese sitio. Llegó el informe de la Procuraduría que no decía que estuviera delinquiendo, no, lo que decía era que tenía lujos, lujos: sala y unas camas y un sitio campestre o como lo queramos llamar. Tampoco es que hubiera camas de oro en sus bases, no, pero sí había una vida que no correspondía a la de una cárcel; ahora, reitero: todavía eso no era una cárcel, eso era un sitio de reclusión.

¿Y cómo cuidaban que no se fuera a escapar de ese sitio de reclusión?

Pusimos a la Brigada de Medellín, que era una brigada en las top que lideraba el general Pardo Ariza. Había un anillo de seguridad alrededor del sitio de reclusión, con soldados las 24 horas. O sea, era imposible escaparse de La Catedral porque había ese anillo de seguridad que después resulta totalmente insuficiente, porque la verdad nosotros subestimamos la capacidad de Escobar para corromper la gente. 

Solo después nos enteramos que a cada soldado de esos le pagaban un sueldito todos los meses solo por ser generosos o amables con Escobar. Entonces, el día que se fuga Escobar, él pasa caminando por entre el círculo de soldados y les promete que mañana les manda una plata para el chancochito, una sopa colombiana y sale caminando tranquilo. 

(CONTINUARÁ…)

Diego Enrique Osorno

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