Policía

Los pobres no tienen quien los defienda

Su nombre oficial es Juan Jesús Garza Onofre, aunque es conocido como Tito Garza Onofre. Especial

Su nombre oficial es Juan Jesús Garza Onofre, aunque es conocido como Tito Garza Onofre. Así lo empecé a identificar hace varios años en Twitter, donde me asombraba por su elocuencia para reflexionar en pocas palabras sobre tres temas que también me interesan mucho: 1. Monterrey, 2. Roberto Bolaño y 3. La justicia.

Hace poco supe que es un regiomontano que creció por la zona de Mitras y estudió en la Escuela Libre de Derecho. “La verdad es que nunca me gustó mi carrera: una cosa de cuatro años me la aventé en seis, ya que suspendí un año porque me fui a un sabático, de misiones a la Sierra de Durango e hice otras cosas así, bastante raras”, me dijo cuando nos vimos en una cafetería de Monterrey para tener esta charla relámpago, dentro de otra aún más extensa y azarosa.

Después, con el fin de terminar el último semestre, Garza Onofre regresó a Monterrey en 2009, justo cuando se funda el primer Centro de Derechos Humanos de una universidad local, bajo el contexto de la llamada guerra del narcotráfico de Felipe Calderón.

Ahí se interesa en el tema de los derechos humanos. “¿Por qué? Porque me parece lo menos pinche dentro del Derecho. Me parece que hay mucha materia filosófica y ahí hago la carrera de académico, empiezo como asistente de investigación en lo que me titulo, hago una tesis sobre Derecho a la Educación, empiezo a trabajar propiamente en el tema de Derechos Humanos ahí en el Centro, con mucha vinculación con la hermana Consuelo Morales de Cadhac, en fin, con toda la raza derechohumanera de aquí de la ciudad”.

Tras terminar estudios obtiene la Beca Conacyt para irse a estudiar una maestría de Derechos Humanos y luego un doctorado en Filosofía del Derecho. En esa época descubre la literatura de Bolaño. “Estaba muy interesado en Bolaño y dije: ‘Voy a hacer una tesis de la enseñanza del Derecho a través de Bolaño’; obviamente, todos me dijeron que no, que no me iban a dar la beca, que no me iban a tomar en serio y al final hice algo sobre la figura del abogado.

—De hecho, perdón por el prejuicio, pero a simple vista no pareces un abogado…

—Nunca me ha gustado mucho la corbata, el pelo y todo ese mundo que detesto, incluyendo el lenguaje, entonces hice un análisis desde la Sociología y la Filosofía sobre la figura del abogado. Así fue como mi línea se convirtió en estudiar a la profesión como tal: problemas de género, desigualdad, raza, entre otros.

***

Tras terminar el doctorado, Garza Onofre recibió la invitación para irse como profesor a Alicante, pero su madre enfermó de cáncer, por lo que regresó a Monterrey, donde empezó a impartir clases en la Escuela Libre de Derecho y luego obtener una plaza en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, donde ahora trabaja.

—He oído a varios estudiosos extranjeros preguntarse por qué México es un país tan injusto, pese a tener muchas buenas leyes y buenos abogados...

—Suena a lugar común, pero la desigualdad está en todos lados, o sea la desigualdad ya llegó a la educación, y la desigualdad ya llegó a la profesión, es mentira que la universidad sirva de igualador social. Pagar una colegiatura en la Escuela Libre o en el Tec te cuesta un ojo de la cara. No puedes pagarlo y encima de eso muchas universidades públicas funcionan como cotos de poder y de cuestiones más bien políticas, en ese sentido, por más que tengas buenas leyes y por más que tengas buenos abogados, difícilmente al final del día se va a trasladar en una cultura jurídica muchísimo más amplia.

—¿Por qué?

—Porque simple y sencillamente la desigualdad está en todos lados, o sea, la desigualdad también atacó a la profesión y de ahí no se va a salir, está en las entrañas, o sea, de verdad, el sistema cada vez ha generado un esquema piramidal en el que la profesión está mercantilizada dentro un esquema liberal

—¿Cuál es la figura habitual del abogado?

—Hay un abogado prototípico, un canon, digámoslo así, muy alimentado por Hollywood, muy alimentado por la globalización y el sistema financiero, que enfatiza que lo mejor de la profesión está en lo privado, por lo menos en el sistema hispano, si lo queremos llamar así, aunque bueno, también en lo anglosajón hay mucho tema diversificado. Bajo esta idea, parecería que ser abogado público es algo mal visto o, por lo menos, esta caracterización de tantos chistes, esta caracterización de tantas escuelas de Derecho de que la profesión se va multiplicando a manera incluso de gremlins.

—¿Sí hay muchos abogados?

—Va un dato: cada semana en México se abre una nueva escuela de Derecho, desde 1994 al día de hoy existen más de 2 mil Escuelas de Derecho en México, entonces hay muchísimos abogados, muchos de muy mala calidad, muchos de las llamadas escuelas patito; se está haciendo una tropicalización, yo creo que dañina, en el sentido de que lo privado, los intereses económicos, el abogado se vuelve como introductor para cualquier caso de corrupción.

—¿En qué sentido?

—Ahora estamos trabajando corrupción en el Instituto y nos llama mucho la atención cómo el caso Lozoya se centra en una persona, pero para poder hacer todo lo que se hizo se necesitaron abogados que te hagan contratos, que te hagan estrategia y demás, entonces, la caracterización de la profesión es que lo mejor está en lo privado.

La mayoría de los alumnos de las escuelas de élite quieren estar en los grandes despachos de abogados, pero esto te va creando una desigualdad dentro de la profesión; lo he hablado con muchos jueces locales, quienes me dicen: ‘¿Quién de los abogados del Tec, de la UDEM, de la Libre quieren ser parte del Poder Judicial Local?’ Nadie, en todo caso, quieren irse a la Suprema Corte, quieren irse los juzgados federales, a lo internacional.

Entonces, una de las mayores conclusiones de aquellas investigaciones que hice para mi tesis fue esa: la profesión del abogado es tan diversa y tan clasificada en el terreno de clase, que el gran problema de acceso a la justicia no es la Reforma Judicial, ni de hacer una nueva sala en la Suprema Corte y crear nuevos tribunales, como ahora se van a crear: el mayor problema es que los pobres no tienen quién los defienda, y ¡ojo!, esto lo ha dicho muchísimo la profesora Ana Laura Magaloni: el día que los pobres tengan abogados en México el sistema colapsa.

Creo que habría que engordar la defensoría de oficio, habría que bajar las barreras para poder pagar un abogado, ya que en México no gana quien tenga el mejor abogado, gana quien tenga el dinero para pagar al mejor abogado y ¡se chingó!

—¿Este tema debería ser parte de la discusión sobre nuestro Sistema de Justicia?

—Claro, porque estamos discutiendo la Reforma Política, la Reforma Electoral, nuevas reformas a la Suprema Corte, al Tribunal Electoral y demás, pero la profesión no importa. Más abogados no significa más estado de Derecho, más abogados no significa justicia, más abogados significa indeterminación, azar, cuestiones azarosas, relaciones públicas, entonces, la profesión en México depende, en gran medida, de una buena estructuración de los abogados. 


Diego Enrique Osorno

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