Policía

Entre Salvárcar y Salvatierra

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La fiesta. Música, convivio y baile. Y en cierto momento de la noche, de una caravana bajan hombres armados a disparar a mansalva contra la celebración en el porche de una vivienda popular. Quince jóvenes menores de 20 años murieron el 30 de enero de 2010 en Villas de Salvárcar.

Me tocó llegar al día siguiente al barrio de Ciudad Juárez para cubrir la masacre que el entonces presidente Felipe Calderón, desde Japón, se había apresurado a catalogar como ajuste de cuentas entre pandilleros. En el hospital público donde atendían a los sobrevivientes, familiares y amigos esperaban indignados por el desdén presidencial y el estigma social. Las víctimas, además de estudiar y trabajar, tenían una activa vida deportiva: muchachos esmerados en el difícil arte de la existencia en medio de la barbarie que asolaba con intensidad a Chihuahua gracias a la llamada guerra del narco.

Hace unos días, en Salvatierra, municipio de Guanajuato, otra fiesta, otro ataque, otro dolor, otra estupidez y otro fracaso. Once jóvenes que celebraban una posada navideña en una antigua hacienda fueron asesinados por un grupo armado que disparó por lo menos 195 balas contra el festejo. 195 balas de armas de alto calibre. 195.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, crítico recurrente de la fallida política antidrogas de Felipe Calderón, cuestionado sobre los hechos, relacionó la masacre de Salvatierra con el consumo de drogas. “¿Cómo creció el consumo? Habría que analizarlo. ¿Cómo se fue creando este comercio de droga, ¿cómo se permitió tanto tiempo la operación de grupos del crimen organizado?, ¿qué relación hay de las organizaciones criminales con las autoridades, sus vínculos, los acuerdos? Y, sobre todo, ¿cómo evitar que siga creciendo la violencia?... Si hay más consumo, hay más violencia”.

Reclamos y disertaciones que a estas alturas del sexenio suenan a excusas. Nos congratulamos de que no exista una retórica de guerra contra el narco, pero es imposible dejar de notar que la violencia sigue ahí y que el gobierno administra su cauce incesante a través de esfuerzos más retóricos que eficaces. He ahí cuando Salvárcar y Salvatierra entrecruzan una triste realidad estereoscópica de la que urge escapar.


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Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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