Policía

El triunfo imposible

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Para un documental que realizaba en los años setenta, Epigmenio Ibarra, cámara en mano, seguía al general Omar Torrijos a lo largo de un día. Al final de la jornada, ya en mayor confianza, el líder de Panamá le preguntó: ¿Conoces al Frente Sandinista? El documentalista respondió que no.

Horas después, un grupo de agentes de la inteligencia panameña llevaron a Epigmenio y a su staff a una entrevista clandestina con dos jóvenes guerrilleros de una organización —entonces poco conocida en el mundo—, que buscaba alzarse contra la dictadura de Somoza en Nicaragua. Tras grabar la conversación, Epigmenio volvió a México, donde nadie quería transmitir su historia sandinista.

Fue el asesinato del periodista Pedro Joaquín Chamorro lo que motivó finalmente que Canal Once la transmitiera en Ciudad de México… y que en Nicaragua se acelerara la Revolución.

“A partir de ese momento, yo dije: ‘Me quiero ir a Nicaragua’”, cuenta el ahora fundador y director de Argos, una de las productoras más importantes de América Latina. “En Nicaragua sucedió una cosa muy jodida, que hoy te hace entender lo que pasó: a Nicaragua le faltó guerra y le sobró fiesta. Estoy diciendo una cosa terrible, porque con los muertos no puedes decir esto, ya que murieron muchos compañeros y compañeras: murió una compañera admirable siendo comandante del Frente Sandinista en los primeros días, pero también, si ves el curso de lo sucedido en Nicaragua y analizas la descomposición del Frente Sandinista, y luego ves la guerra en Centroamérica, y ves cómo Nicaragua empezó a tranzar y a poner en primer lugar otras cosas, te das cuenta de que le faltó guerra”.

—¿En qué sentido?

—En que de repente les resultó fácil triunfar, fácil ser la joya de la corona y todavía más fácil ser exitosos, espectaculares. Recuerdo que entrevisté ahí a Julio Cortázar, ahí conocí a Carlos Fuentes y a Gabriel García Márquez… todo el mundo llegaba y se deslumbraba con esa revolución extraordinaria, pero cuando ibas al frente de guerra, durante la época de los ataques de la Contra, era otra la realidad.

—¿Cómo explicar hoy el ideal revolucionario de aquellos jóvenes que se alzaban en armas?

—Hoy en día la gente no se imagina esas luchas, pero en aquel entonces no había manera de levantar la cabeza, porque si lo hacías te la volaban: América Latina era un páramo donde imperaba el imperialismo norteamericano, que hoy es una consigna, pero ahí era una realidad y había dictaduras aquí y allá. Toda América Latina estaba llena de dictaduras, pero digamos que Nicaragua era peor, porque en Nicaragua había un dictador absolutamente impresentable, criminal, ridículo, mientras que un grupo de jóvenes apelaba a ciertas cosas que eran profundamente conmovedoras, porque habían intentado todo y porque en nombre de la poesía, de la verdad, el humor y la fuerza se levantaban en armas y lo hacían poquito después de la muerte del Che Guevara, y eso era emocionante y encabronadamente comprometedor.

Yo no sé qué le llama la atención a los jóvenes o qué los conmueve ahora, pero a nosotros eso nos convocaba y nos hacía comprometernos y nos conmovía profundamente.

Epigmenio Ibarra asegura que la victoria en ese país centroamericano se volvió tan real como un poema. María Secco
Epigmenio Ibarra asegura que la victoria en ese país centroamericanose volvió tan real como un poema. María Secco

—“Nicaragua, violentamente dulce”, escribía Cortázar en un texto. ¿Cómo entiendes esa atracción que generó la revolución sandinista en el mundo literario?

—Era apenas un pálido reflejo de la chingada realidad que todos vivimos ahí. Yo entrevisté a Cortázar y a Fuentes. ¿Idealizaban lo que sucedía? No, veían a un pueblo entero que había dicho: “al carajo con la dictadura” y que habían derrotado a la dictadura y a los Estados Unidos, nada más, porque ¿quién apoyaba a Somoza? Los gringos. ¿A quién derrotas cuando le ganas a Somoza? A los gringos.

—Como muchos jóvenes, Samuel Noyola va a Nicaragua para apoyar la revolución, pero regresa a México siendo poeta. ¿Qué te imaginas que pudo haber encontrado allá?

—A mí me sorprende su poesía. Debo reconocer que yo no la conocía y no le encuentro una conexión a su poesía con la experiencia revolucionaria, ya que lo suyo es algo más profundo. Su poesía tiene que ver con una conexión con la vida, con la muerte, con la desesperación y con el desencanto. Su lucidez me parece brutal.

En Nicaragua, nosotros vivimos una cosa inédita en América Latina, porque antes de Nicaragua, frente a las dictaduras apoyadas por Estados Unidos habíamos vivido la derrota chilena, la derrota argentina, la derrota uruguaya, el canto del exilio argentino… éramos unos profesionales de la derrota, salíamos de la tortura, del fracaso, de las penalidades, de la muerte, y algo que nunca habíamos oído era un canto de libertad ejecutado por una plaza llena de centenares de miles de personas, eso nunca lo vivimos hasta que sucedió en Nicaragua.

—¿Y cómo se vinculaba México con ese momento histórico?

—Hubo una izquierda mexicana tan ciega que nunca lo entendió. No entendió que estaban ocurriendo ahí las grandes lecciones de la humanidad para nuestro país. Nunca entendió que sí se podía. Yo me acuerdo de los mexicanos ilustres que iban a Managua y veían la plaza de la revolución como para abajo, y yo les decía: “Pendejos, ¿cuándo han visto una plaza así de llena?, ¿Cuándo han hablado de esta victoria que pone de rodillas a Washington?” Y te hablo de mexicanos muy ilustres y picudos de entonces.

—¿Y qué sentías tú?

—Una conmoción, era una cosa telúrica y profunda, era como el varón que tiene corazón de lis, era Rubén Darío en lo cabrón, era esa emoción de ver lo que no has visto, era esa sensación por primera vez en tu puta vida de que se podía triunfar.

—¿Qué crees que le pasó a Samuel Noyola?

—No sé. ¿Por qué en lugar de agarrar para el lado que agarró el subcomandante Marcos agarró para otro lado?, ¿por qué la poesía lo envenenó y se lo llevó para el trago en lugar de llevárselo para el sacrificio? No lo sé, pero la emoción profunda en Nicaragua era el triunfo, un triunfo imposible, inimaginable que de repente se volvió tan real como un poema. 


FIN DE LA PRIMERA TEMPORADA…

CAPÍTULO 13 DE LA SERIE PERIODÍSTICA “SAMUEL NOYOLA: RETRATO DE UN DESCONOCIDO”.

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Diego Enrique Osorno
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