Jorge Hank Rhon había pasado casi todo el día recibiendo personas en un palenque de las afueras de su hipódromo Agua Caliente. Yo llevaba varios días al lado del zar de las apuestas en México y aún seguía sin entender la enorme fascinación que había en Tijuana por un personaje que se refería a las mujeres como “mi animal favorito” o que, de lo menos que se le acusaba era del asesinato de Héctor Félix Miranda, periodista del semanario Zeta al que le decían El Gato, y era tan conocido que Los Tigres del Norte le compusieron un corrido.
Ayesha, una joven rubia de ojos verdes, nacida en Culiacán y recién egresada de la escuela de Derecho, le acercaba un té al empresario mientras este esperaba la nueva visita. Era la campaña de 2004, cuando el presidente de Grupo Caliente debutó en el mundo electoral. Hank entraba a la política activa de la mano de Roberto Madrazo, en ese entonces, amo y señor del PRI. Lo hacía buscando la alcaldía de Tijuana que ganaría meses después de aquella tarde, para luego buscar la gubernatura de Baja California en 2007, la cual no ganó.
Tras esa derrota permaneció lejos de reflectores electorales hasta que reapareció ahora buscando ser gobernador en estos tiempos de la 4T, a través del PES, creando así una estrambótica combinación para los comicios de 2021.
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Unos años antes de mi encuentro con Hank, cuando el PRI se abrió por primera vez a elecciones internas para nombrar candidatos presidenciales, Madrazo estaba ahí. Adversario del presidente en turno, Ernesto Zedillo, quien estuvo a punto de sacarlo de la gubernatura de Tabasco, Madrazo lanzó una campaña cuyo lema -cortesía del publicista Carlos Alazraki- era “dale un madrazo al dedazo”.
Por curiosos azares, la figura de Madrazo -pupilo de Carlos Hank González- se convirtió en la referencia del nuevo priismo, en contraposición con el candidato designado de Los Pinos, Francisco Labastida, quien finalmente ganó la contienda interna de ese año, donde también actuaron el olvidado Humberto Roque y la actual estrella política, Manuel Bartlett.
Solo ese año le duraría a Madrazo la imagen de ser un político renovador y democrático. Su figura evoca hoy al maratón de Berlín y luego la democracia. Pero en el lapso en el que controló el PRI, el ingreso de Hank Rhon a la política fue uno de sus proyectos más ambiciosos. Como parte de la estrategia populista hecha en coordinación directa con Madrazo, según me dijo el propio Hank, el empresario mexiquense dedicaba los miércoles a recibir una interminable cantidad de tijuanenses que iban hasta él cargados de peticiones de todo tipo.
“Nunca doy apoyos para que me ayuden”, refunfuñó Hank cuando una señora le pidió dinero para cubrir un adeudo de 46 meses que tenía por el servicio de agua. A cambio de ello, la mujer le ofrecía apoyo en su colonia proletaria. También llegaron visitantes que le entregaron un corrido compuesto en su honor, el cual, siendo sinceros, era de muy mala calidad, como hecho con desgano o, peor aún, apresuramiento electoral. Otros más entraron hasta su oficina con una adaptación del desagradable sonsonete por entonces de moda: El “za, za, za, acusá, acusá. Mesa al que más aplauda…”, que en lugar de eso decía: “Hank, Hank, Hank, va a ganar, va a ganar…”.
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En algún momento entraron padres y madres por separado, pidiéndole becas para estudiar ellos o para que sus hijos pudieran hacerlo. El empresario se las daba a todos los que le comprobaban tener un promedio superior a 9.2. Hank miraba la papelería escolar y luego daba la orden respectiva.

“Todos salimos revagos pa’ la escuela”, me dijo en ese momento, refiriéndose al currículum escolar de él y sus hermanos. Relató que cuando era joven, una vez terminados sus estudios de ingeniería, su padre le preguntó acerca de lo que le gustaría hacer con su vida. “Yo le digo entonces: dame chance de hacer una maestría práctica. ¿Qué quiere decir eso?, me preguntó. Una maestría práctica quiere decir que tú me des chance de tomar un curso de toma de decisiones como los de Harvard, de Yale. O sea, déjame estar un mes con cada uno de lo directores de mi hermano”.
Su hermano, Carlos Hank Rhon, presidente del Grupo Interacciones, en ese momento se encargaba de manejar las cinco compañías que tenía la familia Hank González. Tanto él como su propio padre, que fue regente de la Ciudad de México, gobernador del Estado de México y secretario de Agricultura, pero nunca un pobre político, serían los Harvard y Yale que Jorge Hank quería.
“Así me eché dos meses con mi hermano Carlos. Dos meses que me supieron a gloria porque él es igual de travieso que tu servidor, pero luego me tocó con mi papá (hace muecas). Ahí vi lo que implica esto: mi señor padre alguna vez me dijo que la novia más celosa que existía era la política y es cierto. Yo con mi papá hice mi mejor maestría, por eso sé un poquito de político”.
En el salón del palenque seguían llegando más y más personas. Un hombre que dijo llamarse Sergio Haro -homónimo del gran periodista local (qepd)- le ofreció ser su asesor de seguridad y al verme ahí decidió hablar muy poco sobre lo mucho que era capaz de hacer. Luego llegó una decena de miembros del Movimiento Antorcha que lo invitaban a que fuera a una de sus asambleas y le expusieron, cada uno, con una velocidad fantástica, su caso en particular, su tragedia en particular…
Le pregunté a Hank lo que sentía atendiendo el ritual de peticiones que seguramente sería interminable en una ciudad como Tijuana, que pese a tener como lema la frase “Donde comienza la patria”, está lejos de todo.
“Pues ves la necesidad de la gente, aunque algunos salieron muy encajosos, ya viste. A los que ves que son encajosos se los mandas a alguien que sabe que nada más están dando lata, porque ya les tocó, y dobletear no se vale. La verdad es que hay mucha necesidad y mucha gente desatendida, entonces realmente el poder hacer algo por ellos es algo que llena y que me da poder a mí también”.