Hasta ahora, la paz proclamada por el presidente Andrés Manuel López Obrador genera la percepción de ser una ocurrencia o, en el mejor de los casos, solamente la decisión de no hacer la guerra como la hizo Felipe Calderón y mantuvo Enrique Peña Nieto, por presiones del gobierno de EU.
Ante la discusión polarizante, ha sido complicado entender esta iniciativa presidencial, por ello vale la pena seguir analizando la comparecencia en el Senado de la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez.
La funcionaria explicó que el gabinete de Seguridad (cuyos titulares la acompañaban ese día) trabaja a diario la coordinación con los tres niveles de gobierno para “regresar la paz a las comunidades”, asumiendo que las causas de la violencia “son estructurales y multidimensionales”, lo cual fue establecido en la Estrategia Nacional de Seguridad.
En ese documento se asume de manera oficial la atención prioritaria de la alimentación, empleo, educación y salud, “a fin de evitar que las condiciones de pobreza y desigualdad sean aprovechadas por el crimen organizado para reclutar a nuestros jóvenes”.
Más allá de que esto suene demagógico, lo interesante es el cambio de paradigma de una Secretaría de Seguridad sobre el problema de violencia de México, el cual ha sido atribuido antes solo a la operación de capos y grupos criminales. Por ello, no está de más ver que los ejes bajo los que funciona legalmente hoy una dependencia que alguna vez dirigió alguien como Genaro García Luna, están el de “avanzar en la reformulación del combate a las drogas” y “continuar la construcción de paz”.
Pero, ¿cuál es la forma puntual y concreta en la que se busca lograr esta paz, más allá de documentos? Por lo que relata Rodríguez, el centro de su estrategia son las 32 mesas estatales y 266 regionales que se instalan por las mañanas para revisar la violencia del país.
Estos espacios, conocidos como “mesas de seguridad”, son operados y renombrados por el equipo de Rodríguez como “mesas de paz”, o sea, cónclaves en los que luchan de manera cotidiana por cambiar el viejo paradigma de seguridad que aún tienen interiorizado funcionarios federales, estatales y municipales. Es ahí donde se gesta una parte de la batalla oficial por la paz.
¿Será suficiente?
Diego Enrique Osorno