En teoría, el arribo de la pluralidad a nuestro país, con mayorías mínimas en las cámaras de diputados y de senadores, igual que en los congresos estatales, habría dejado atrás la figura del legislador entregado a los otros poderes, sin nada que aportar a la vida pública ni a sus supuestos representados.
En tan baja estima se llegó a tener a esa figura, encarnación del político corrupto, que en su momento Daniel Cosío Villegas describió con crudeza la situación: "A ojos de la opinión pública nacional, nada hay tan despreciable como un diputado o un senador... Han llegado a ser la medida de toda la espesa miseria humana".
Valdría la pena que los actores políticos midieran el peso de lo que realmente representan ante los ciudadanos, sobre todo porque en los últimos días no ha habido uno en que no se conozcan derroches, bonos discrecionales, pagos de seguros y, en el colmo, hasta el registro de lo que se han gastado en galletas y café en los últimos 15 meses que, según se ha difundido, sumó más de Un millón 40 mil 903 pesos.
Quizás salvo las honrosas excepciones, es difícil que los electores pudieran volver a votar por quienes en teoría los representan, pero, con todo, se aventaron la puntada de avalar la relección.
En parte por todo este desprestigio ha surgido una propuesta del PRI en la Legislatura federal para la eliminación de 100 diputaciones de representación proporcional y 32 senadores. Actualmente hay 500 y 128, respectivamente, así que piensan en dejar las cosas en 400 y 96.
La eliminación de 132 pluris sin duda generaría importantes ahorros al erario, además de que es de sobra sabido que los acuerdos muchas veces no consideran a todos los representantes de los partidos. Solo son convocados a votar en favor o en contra de determinada propuesta, siendo favorecidos a cambio, eso sí, con prebendas, viajes, autos, seguros...
Esto y más ha alimentado entre la sociedad esa repulsa en cualquier sondeo de opinión, donde salen mejor librados los policías debido a la peligrosidad de su desempeño.
Promover este debate suena coherente en estos momentos de complejidad económica para millones de mexicanos, y bien se haría en los congresos locales comenzar a propiciar algo similar pues están a la par de los federales en cuanto a aceptación ciudadana.
Más allá de lo que de esto resulte, lo relevante es que cada vez más la figura del legislador se hunde en el desprestigio y es preciso que los involucrados reflexionen sobre lo que han hecho para estar en tan baja estima de sus electores. Sabemos que hay gente valiosa, cuadros respetables, pero justo se debe de reconocer que el modelo de conformación de ese poder público no permite que lo muestren.