Los ataques a autobuses articulados de la Línea 2 del Mexibús, en Ecatepec, debieron provocar intenso trabajo de inteligencia en los gobiernos estatal y federal. Sobre todo a partir de que un grupo llamado Secta Pagana de la Montaña se atribuyó la colocación de ocho artefactos explosivos, de los que cinco estallaron.
No hubo mayores consecuencias que las materiales. La situación no debe desestimarse y actuar con cautela. En estos tiempos hablar de "guerrillas urbanas" suena a ficción y que los motivos de la agrupación no parezcan tan graves: el "rechazo y repudio al frenético avance del desarrollo moderno, en este caso la infraestructura conectiva", según el comunicado emitido tras el atentado.
Pero los hechos están ahí. Hay autoría confesa y es cuestión de rastrear los orígenes de la autodenominada secta para comprender los alcances de sus acciones y que se ubican como parte de otro grupo –Reacción Salvaje– que tiene en su haber algunos ataques, tanto en el Distrito Federal como en el Estado de México –entre ellos en auditorios de Ciudad Universitaria e instalaciones de la empresa concesionaria de autopistas OHL, en Naucalpan, firma que ha generado escándalo tras escándalo–.
Estas organizaciones no necesitan agravios sociales mayores que justifiquen su actuación, en este caso una defensa extrema del medio ambiente. Toman cualquier clase de bandera, por más mínima o inconcebible que parezca.
Estos movimientos están más allá del simple anarquismo, expresado tanto en marchas como en disputas estudiantiles, donde si bien utilizan artefactos explosivos caseros –bombas molotov¬–, lo que prevalece es el tipo de guerrilla urbana, que es otro cantar. Esta supone organización detallada, con atentados calculados y con métodos más sofisticados –como probaron los explosivos colocados en los interiores de los camiones articulados y en algunas estaciones de la línea que va del fraccionamiento Las Américas, en Ecatepec, hasta La Quebrada, en Izcalli–.
Es un asunto en el que deben involucrarse no solo a órganos jurisdiccionales de seguridad, sino a la Federación misma. Implica alcances mayores que han dejado ver solo una parte de su modo de actuar. Atacan blancos materiales, pero dejan implícito el mensaje de lo que pueden hacer.
Llama la atención el fallo en protocolos de seguridad de la empresa. Revisan las unidades antes de ingresar al patio de estacionamiento en las Américas una vez concluida la jornada diaria, y de las estaciones mismas, donde se supone hay cámaras de vigilancia y policías.
¿Nadie vio nada? ¿No quedaron registros para mover la investigación?
Ojalá al asunto se le esté dando la importancia que requiere.