Más que profetas, estudiosos de la política y la religión advierten sobre el resurgimiento de nacionalismos, populismos fundamentalismos y otros "ismos" en distintos puntos del planeta. De manera gradual, pero constante, han brotado expresiones de esas corrientes que buscan por todos los medios imponer lo que creen es lo mejor para ellos y para todos. Es preciso, entonces, mantener despiertos los sentidos.
El ataque terrorista en París, con sus decenas de muertos y heridos, reivindicado por el Estado Islámico, merece una condena enérgica y una actuación en la misma línea, pero no por ello hay que perder de vista a los civiles que, en este y otros casos, han sido las principales víctimas.
No por combatir a una de las plagas de nuestro tiempo, recurrente tras el fin de la Segunda Guerra Mundial junto con las bandas del narcotráfico y otras células criminales, se vaya a confundir el objetivo, esto es, que gente inocente resulte afectada por ello.
Los mismos migrantes que huyen en masa de sus países por efectos de una guerra, como el caso de Siria, por ejemplo, han sido puestos bajo lupa debido a la agresión. Aquí es preciso separar y ver bien. No se puede etiquetar a todos de terroristas, por más que profesen una religión cuyo dios o profeta sean colocados como pretexto para cualquier clase de barbaridad, como lo sería también el hecho de cerrarles las puertas y condenarlos a otras cosas tras el ataque.
Las potencias mundiales, que mucho han contribuido a un escenario apocalíptico en esa zona árabe del mundo, tendrán que irse con cuidado para combatir a los verdaderos adversarios. No vaya a resultar, como se ha dicho, que hoy emprendan acciones bélicas contra los terroristas y el día de mañana, al calor de otros intereses, éstos emerjan como paladines de la democracia y de otros valores libertarios. La experiencia deja poco espacio para dudar de estas providenciales y extrañas "conversiones".
Aquí en nuestro país, por ejemplo, muchos que antes formaban parte de grupos criminales de pronto aparecieron, bajo diversas denominaciones, en las filas del combate contra los carteles. No hay que engañarse.
Lo cierto es que estas plagas se expanden, capturan militantes, mientras los civiles esperan respuestas, los antídotos necesarios, para ponerles freno, precisamente porque son blanco principal en estas calamidades, sin que haya acciones penales por ello.
Según parece, hay personas que no desean otra cosa que hacer la guerra, están a gusto con ello y la provocan. De manera no tan silenciosa esto se incuba bajo cualquier pretexto. Las potencias tendrán que calcular los costos de las medidas que piensan ejecutar, pero hay que exigir que en ellos no esté incluida la sociedad civil.