“Me funciona mejor estar nervioso y hambriento”
Lance Armstrong
Aterricé en Boston. Que los aviones hoy tengan acceso a internet te permite mantenerte en contacto permanente con la oficina. Desde el aterrizaje, son cientos los mensajes que notifican que un gran maratón está a punto de comenzar.
Me dirigí al sitio donde se entregarían los números. En las calles, miles de familias acompañan a los corredores, conviven en bares y restaurantes, mezclándose con los aficionados al beisbol que desalojan el estadio. Obtuve mi paquete de corredor y caminé por los pasillos de la exposición comercial. De cuando en cuando recordaba lo irresponsable que había sido mi entrenamiento. Volví al hotel, dejé ropa, desayuno y otros aditamentos listos, puse el despertador y me metí a la cama.
El despertador sonó, me bañé rápidamente, hice contacto con la oficina y revisé mis notas del trabajo, desayuné dentro del cuarto y me dispuse a salir. Para llegar a la zona de arranque era necesario caminar, subir al metro y abordar un camión.
Caminé rumbo a la estación de metro aprovechando el trayecto para rezar. Intentaba concentrarme en el reto que estaba por enfrentar. El pronóstico del tiempo decía que probablemente llovería, sin embargo, en una breve y superficial reflexión, decidí erróneamente que no era necesario tomar alguna medida extraordinaria ante ello.
Al entrar a la estación del metro, un hombre con una bandera de México atada a su gorra me saludó como se saluda a los viejos amigos. Al conversar sobre la probabilidad de lluvia y al verme tan poco preparado para ello, sacó de su mochila un impermeable para obsequiármelo, mientras me transmitía una serie de recomendaciones imposibles de ser atendidas con tan poca anticipación.
En el vagón, decenas de personas desearon suerte a este par de mexicanos que milagrosamente se toparon en ese lugar. En la última estación, como si estuviéramos sincronizados, otro mexicano ofreció guiarnos durante un par de cuadras rumbo al sitio donde abordaríamos los camiones que nos llevarían al punto de inicio. Al salir de la estación, la tormenta nos sorprendió, el impermeable cobró valor y si bien mi ropa estaría seca, a los pocos metros de caminar por la banqueta, mis calcetines y tenis estaban empapados. En medio de la tormenta y a la espera del camión me despedí de mi paisano, agradeciendo su cortesía y amabilidad.
A bordo del camión, rodeado por corredores mojados, hice un par de enlaces con estaciones de radio mexicanas que tenían algunas preguntas en torno al volcán Popocatépetl y a los incendios forestales en el país. Tiempo después y con las plantas de los pies suaves y débiles por la humedad, estaba en el punto de arranque, no listo para iniciar.
Abastecimiento: Hoy se corre el Maratón de Londres, uno de los más importantes del mundo.
@DavidLeonRomero