Este martes, el Gobierno de Donald Trump envió el primer vuelo con diez migrantes arrestados en territorio estadounidense hacia la ilegal base militar de Guantánamo en Cuba. El mandatario ordenó ampliar la capacidad de detención en dicha base naval para albergar a más de 30.000 personas a quienes utilizará únicamente como chivos expiatorios para enviar un mensaje político en su cruzada contra la migración.
"Ya no permitiremos que Estados Unidos sea un vertedero de criminales ilegales de naciones de todo el mundo", dijo Trump. Sin embargo, en un país con cerca de 11 millones de migrantes irregulares, algunos cientos de miles fuera de su territorio no contribuirán en nada a resolver el problema del que tanto se queja el nuevo gobierno y varios de sus simpatizantes.
Cada año, Estados Unidos expide un cheque por un poco más de 4000 dólares, que ni siquiera es aceptado por el Gobierno cubano, pero que no resulta en impedimento alguno para que el país del norte se siga sintiendo dueño de ese pedazo de territorio al que se hizo ilegalmente en el sureste cubano, y cuya situación no tiene precedentes entre las bases militares del mundo.
Guantánamo es una instalación militar remota y muy controlada, que el gobierno estadounidense ha utilizado para eludir las protecciones legales y el escrutinio público. Torturas, desapariciones forzadas, interrogatorios en régimen de incomunicación, ausencia total del debido proceso, alimentación obligada en huelgas de hambre, detenidos recluidos indefinidamente sin atención médica y sin acceso a juicios justos, son el denominador común de una cárcel por la que han pasado cientos de prisioneros acusados de terrorismo, incluidos algunos miembros de Al Qaida.
En varias ocasiones, EE.UU. también ha usado la base para detener a migrantes haitianos y cubanos que intentaban llegar por mar a su territorio. En los años 90, la base llegó a albergar a más de 20,000 refugiados haitianos.
La llegada de los “primeros migrantes” a Guantánamo en este segundo periodo presidencial de Trump, no pasó de ser un mero anuncio, un registro noticioso obligado. ¡Migrantes en un centro de tortura, donde se retienen personas durante décadas sin juicios! Acaso, ¿no merecía esto algo más que una simple mención? ¿Al menos una crítica a las condiciones a las que ahora se arrojan a los migrantes? ¿Una crítica a otra de las decisiones temerarias de quien se sienta en la Casa Blanca?
Donald Trump ha hecho de las amenazas y los castigos sus mejores armas de política exterior, y del miedo su principal herramienta de control social; el miedo a la diversidad, el miedo al migrante; el miedo a lo diferente, para vivir en un sistema de alarma permanente en el que nadie cuestione nada. Mientras tanto, Marco Rubio se pasea por la región, sonsacando a Centroamérica para imponer sus condiciones.
La ultraderecha sigue extendiendo sus límites aunque eso implique nuevas violaciones a los derechos humanos de los pueblos latinoamericanos. Las y los migrantes dejaron de ser personas para convertirse en moneda de cambio y satisfacer los intereses de unos cuantos. De nosotros y nosotras depende que se siga estirando la liga y ya no haya marcha atrás.