De todas las mujeres y hombres probos, además de capaces, que hay en el estado de Guerrero, —entre la militancia más numerosa de un partido político en México— la cúpula de Morena se decidió por un presunto violador.
En un país, en el que, de acuerdo con estimaciones de México Evalúa, el 99.7% de los casos de violencia sexual contras las mujeres no es denunciado por miedo a un sistema que repele la denuncia, resultó mejor la leguleyada, deslindarse de la responsabilidad política y ética, y tirarle la bolita a la justicia ¡que en estos casos nunca funciona!
Que Morena no es el órgano que debe juzgarlo; que Félix Salgado Macedonio tiene sus derechos político-electorales intactos; que no hay sentencia que compruebe que cometió un delito; y que en época electoral siempre hay muchas denuncias públicas. Todo es cierto.
Pero si, mezquinamente, la voz de tres mujeres que señalan al político como su victimario no les pareció suficiente, a la luz de un contexto en el que 10 mujeres son asesinadas al día, y una impunidad generalizada que llega casi al 100%, el liderazgo del partido que dice reivindicarnos como el sujeto histórico de nuestros tiempos y que se llena la boca con equidad de género, especialmente en estas elecciones, no puede hacerse el de la vista gorda y alzarle la mano.
No puede ser el partido de la Cuarta Transformación el que aliente esa espiral en el que la sospecha moral siempre recae sobre nosotras las mujeres, bien sea con su apoyo manifiesto o su silencio cómplice. Un hijo del chapulines que fue candidato en las elecciones estatales de 1993 y 1999, sin ningún éxito, pone en entredicho el compromiso de su lucha contra la violencia de género.
Independientemente del partido político, los agresores siguen cobijados en el mismo sistema protegidos por otros machos; no en vano, después de pertenecer al PRI, al PRD, y ahora a Morena, y de que los señalamientos en su contra datan desde 1998, no ha pasado nada. Parece que también están al margen de un cambio de régimen. El síntoma es muy preciso.
Bien señalaba Rita Segato al afirmar que “quien tiene el poder sobre los cuerpos de las mujeres, tiene el poder sobre la nación”. No cabe duda de que la violación es un acto de poder y un asunto político. La política en clave patriarcal en todo su esplendor. Y el peor de los escenarios: ¿qué pasa si Salgado Macedonio gana?