Ni siquiera una tragedia como la que ha dejado a su paso la del huracán Otis en Guerrero ha hecho que podamos bajar la estridencia de la conversación política para responder, como sociedad, al drama humano de casi un millón de personas. Aunque la sucesión presidencial viene con ventaja de casi dos años parece que no hay espacio para hacer una pausa y actuar en unidad, hombro a hombro con quienes hoy más lo necesitan.
Unas aprovechan para recabar datos electorales mientras se sirven de quienes realizan su donaciones para las y los damnificados; algunos malintencionados suben videos de supuestos falsos retenes de miembros de la fuerza pública a la entrada del puerto grabados en otros años y en otros lugares para generar malestar y miedo; otros, desde la comodidad de su teléfono en la Ciudad de México, acusan de ladrones y saqueadores a quienes se vieron obligados a ir a las tiendas de cadena a sacar lo que pudieron para poder comer y sobrevivir.
Hay quienes también dicen con toda seguridad que “el gobierno no está haciendo absolutamente nada” cuando a la fecha las vías de comunicación ya están abiertas gracias al trabajo de miles de soldados y el servicio de luz ya está reestablecido en un 55%, al menos en Acapulco, por personal de la CFE que seguramente está renunciando a su propio drama personal por prestar un servicio público y servirle a su patria.
Es imposible que en tan pocos días se haya podido responder de forma íntegra a una tragedia de esa magnitud; todos los días surgen nuevas necesidades, pero si seguimos alimentando el ambiente de desconfianza en el que la gente no cree una pizca en el gobierno, —aunque es el único con la capacidad e infraestructura para operar dicha respuesta— sólo vamos a ralentizar y entorpecer el proceso, y en un futuro incluso la inversión, que se va a necesitar bastante para la reconstrucción y que según datos de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, podría tomar entre 5 y 10 años, solo en Acapulco.
Claro que se pueden señalar los errores que sin duda alguna deben existir en una cadena logística tan extensa, claro que seguramente hay un Estado rebasado, pero parece que de todos los lados los que se prioriza es la cadena de mezquindades, cuando lo más importante en este momento es que quienes perdieron todo, algunos de ellos incluso a miembros de su familia, puedan ver restablecidos sus derechos más básicos en el menor tiempo posible.
Guerrero ya era un estado sumamente vulnerable; el 66.4% de su población vivía en situación de pobreza, siendo el segundo estado más pobre del país, después de Chiapas.
No dejemos que ningún político ni política pretenda ser el figurín del momento, pero también sacudamonos de odios, de filias y fobias políticas. Aquí las y los únicos protagonistas deben ser quienes necesitan recobrar lo antes posible sus proyectos de vida. En situaciones como éstas, especialmente, el oportunismo político hunde más a Guerrero.