Existe un consenso internacional sobre la extrema gravedad de la decisión del Gobierno de Daniel Noboa de invadir la Embajada de México en Quito, especialmente después que el presidente Andrés Manuel López Obrador revelara las imágenes del interior de la sede diplomática en el que se evidencia la brutalidad del accionar de las fuerzas de seguridad ecuatorianas. Sin embargo, cierta comentocracia y uno que otro político perdido de derecha ha hecho eco del discurso del Gabinete de Daniel Noboa que argumenta que fue México quien violó primero los tratados internacionales al darle asilo al exvicepresidente Jorge Glas.
Se escudan con firmeza en el artículo III de la Convención sobre Asilo Diplomático donde establece que “no es lícito conceder asilo a personas que al tiempo de solicitarlo se encuentren inculpadas o procesadas en forma ante tribunales ordinarios competentes y por delitos comunes (...)”, pero se les olvida el siguiente, el artículo IV, que expresa claramente que “corresponde al Estado asilante la calificación de la naturaleza del delito o de los motivos de la persecución”.
¿Qué país aceptaría abiertamente que persigue opositores? ¿Que tiene perseguidos políticos? ¡Es absurdo! Por supuesto que quien solicita asilo va a ser calificado por el país que lo persigue de delincuente, de traidor, como ha sucedido con Jorge Glas. El exvicepresidente ha pasado siete años preso sin que se hayan presentado pruebas sólidas en su contra; incluso la CIDH ha expedido medidas cautelares a su favor. Su caso se ha documentado como uno de los tantos que se enmarcan en la aplicación del lawfare contra la izquierda en la región.
Recordemos la condena a Lula por la que pasó casi dos años tras las rejas y la posterior revocatoria del Supremo Tribunal Federal de su condena. El mismo expresidente ecuatoriano Rafael Correa es asilado del Gobierno de Bélgica al considerar que ha sufrido persecución política; un exmandatario condenado por la absurda figura de “influjo psíquico” —sí, ¡influjo psíquico!— y cuya inhabilitación política se produjo dos días antes de que pudiera inscribir su candidatura como vicepresidente. La propia Interpol que no suele pronunciarse en estos casos le ha contestado al gobierno ecuatoriano que la detención de Correa no procede por tener motivaciones políticas.
Es en esos términos de acoso y hostigamiento que los líderes e integrantes de la Revolución Ciudadana, el partido de Rafael Correa, han tenido que “participar” de la política ecuatoriana, desde el gobierno de Lenin Moreno hasta el del hoy presidente Daniel Noboa, un inexperto, caprichoso, hijo del hombre más rico del país y el principal deudor del fisco, que saltó de su emporio de negocios privados a la presidencia. Como bien lo expresó López Obrador, Noboa logró ganar la presidencia luego de que el asesinato del excandidato presidencial Fernando Villavicencio creara un manto de duda alrededor de la Revolución Ciudadana y su candidata Luisa González, quien lideraba las encuestas con mas de 10 puntos de ventaja sobre el siguiente candidato (que no era Noboa).
El junior presidente tomó la decisión de invadir la Embajada mexicana motivado por razones domésticas; el próximo 21 de abril adelantará una consulta popular en Ecuador que busca ganar a toda costa y con amplia ventaja, como una forma de legitimarse rumbo a la próxima elección presidencial de febrero de 2025, para la cual ya levantó la mano.
Incluso ha emprendido una fuerte campaña mediática interna para acusar a Rafael Correa y a otros “correístas” de traición a la patria por solicitar sanciones a su Gobierno, por el problema que él mismo generó. ¿Quién es el verdadero traidor a la patria?
Sin medir las consecuencias de su decisión y rodeado de un Gabinete tan incompetente como él, incluyendo a la inexperta canciller Gabriel Sommerfeld, creyó que la captura de Jorge Glas, hombre fuerte del correísmo, sería ese golpe mediático y político que tanto buscaba. No le importaron las condenas internacionales; las sanciones que se le vendrán encima al Ecuador; el aislamiento regional al que está sometiendo a su propio país; ahuyentar la inversión, y mucho menos que las y los migrantes ecuatorianos sean la segunda nacionalidad que cruza la inhóspita Selva del Darién para llegar a México y posteriormente a Estados Unidos.
Difícilmente Daniel Noboa tomó esta decisión sin la bendición de los Estados Unidos, teniendo en cuenta el creciente protagonismo que ha adquirido el Comando Sur en su Gobierno. Sin embargo, en un pleito entre Ecuador y México, es bastante obvio a quien va a respaldar finalmente el país del norte.
México ya anunció que llevará el caso ante la Corte Internacional de Justicia y el veredicto será inevitablemente favorable a este país, condicionando el comportamiento de algunos organismos regionales, incluso de los más hostiles con los gobiernos de izquierda como la OEA, que no se atreverán a llevarle la contraria a la Corte Internacional de Justicia.