Política

Dos años de cambio

  • Mirada Latinoamericana
  • Dos años de cambio
  • Daniela Pacheco

Varios se dijeron decepcionados por el Informe de Gobierno del presidente López Obrador, como si luego de más de 500 mañaneras, —un ejercicio inédito de permanente rendición de cuentas y de cercanía con el pueblo— pudieran darse grandes sorpresas. Otros, se manifestaron desconcertados porque se trató de un mensaje político y no de un ejercicio de gobierno, como si en un cambio de régimen ambas nociones pudieran separarse.

Aunque tiene mucha razón el presidente cuando asegura que “hemos avanzado en nuestro objetivo de transformar a México”, creo que se queda corto; prácticamente, no hay lugar de la vida pública del país que haya permanecido intacto durante estos dos años.

Un nuevo sistema de partidos; la lucha contra la corrupción y el cambio en la relación entre las élites políticas y económicas; la moralización de la presidencia; la empatía y cercanía del presidente con los dolores de la gente; la política social más ambiciosa de la historia y sin intermediarios; la construcción de un nuevo poder federal; la relación con los gobernadores; hablarle a la gente y no a los medios.

No se trata únicamente de una transformación de las mayorías, sino de mirar con un nuevo lente los principios y prácticas a las que el país estaba acostumbrado; amplios sectores, tanto públicos como privados, y su morboso deseo de extraer la mayor cantidad de dinero posible de las arcas del Estado, con total impunidad, para beneficiar a los mismos de siempre. Esos intocables que han tenido que empezar a rendir cuentas en este sexenio.

Lo que parecía obvio —gobernar pensando en los más desprotegidos— resultaba impensable, y hoy el pueblo se siente sujeto de derechos y en total libertad de ocupar los espacios públicos y privados que antes le pertenecían, casi por nacimiento, a la clase privilegiada. Invertir el pacto desde arriba para comenzar uno desde abajo. Estamos ante una nueva lógica que prima al ser humano sobre el capital; a lo público sobre lo privado; y a lo colectivo sobre lo individual.

“No todo es perfecto” dijo López Obrador finalizando su discurso. A dos años de su gobierno existe bastante claridad sobre los “qué”, pero resistencias, inclusive desde adentro mismo de la administración pública, sobre los “cómo”. Y gran parte de su principal cruzada, la lucha contra la corrupción, no ha logrado extenderse hacia todos los ámbitos de gobierno y de la sociedad; la legitimidad de la Cuarta Transformación radica todavía en su persona. La revolución de las conciencias no se ha convertido en voluntad colectiva.

Quedan todavía muchos pendientes: la inseguridad; la situación de violencia que enfrentamos las mujeres; la reforma fiscal; y la política; la puesta en marcha del Insabi; y una verdadera reforma de pensiones, por mencionar algunos. Entre tanto, la popularidad del presidente sigue casi intacta a pesar de la manipulación de algunos medios e intelectuales que no quieren entender que México ya cambió.

Al menos, por ahora, avanzamos en una transformación pacífica con gobernabilidad, y todavía hay tiempo. Eso sí, aún sin un partido de gobierno a la altura de ese desafío.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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