Si por algo hay que partir para entender las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en Argentina, es que la mayor parte de la gente que votó a Javier Milei no odia al Estado, ni al prójimo, ni fue cautivada por la oferta privatizadora ni está de acuerdo con propuestas tan grotescas como la venta legal de órganos ni mucho menos está loca. Por el contrario, se trata precisamente de la gente que más sufre el abandono y la ausencia del propio Estado.
Es poco probable que se haya producido un cambio tan radical en la ciudadanía en apenas cuatro años desde 2019, cuando votó por más derechos y menos recortes, después de la desastrosa gestión de Mauricio Macri, uno de los principales responsables del sobreendeudamiento. No se trata de una derechización repentina de la sociedad argentina; sería un error señalar o culpar al electorado de los resultados.
Esas personas que votaron a Milei no son necesariamente un voto opositor, sino más bien un voto antisistema, que no encontraron en los partidos tradicionales ni en la oferta de políticos, por los que antes seguramente votaron, soluciones a sus preocupaciones y problemas. La sociedad argentina está muy enojada; la situación económica es asfixiante para las grandes mayorías. Milei es el único que “parece dispuesto” a darle un vuelco radical al panorama y a darle cauce a esa bronca, a la frustración, al hartazgo. Sus métodos de tinte fascista son otra cosa.
La inflación anual ha superado el 115 por ciento; el peso argentino se ha devaluado; cerca del 40 por ciento de la población vive en pobreza; y el país tiene grandes dificultades para pagar la deuda de más de 40 mil millones que contrajo con el Fondo Monetario Internacional. Las y los argentinos votaron mayoritariamente a quien representó mejor el enojo frente a una deteriorada realidad socio económica y el deseo urgentísimo de cambio.
El “anarco-capitalista”, como se define a sí mismo el líder de La Libertad Avanza, ganó en importantes provincias de tradición opositora, como Córdoba y Santa Fe, segundo y tercer distrito más poblados del país, pero también en territorios peronistas como Salta, La Rioja, Tucumán y San Juan o inclusive en territorios del sur como Santa Cruz, bastión del kirchnerismo.
Sergio Massa, el candidato de la oficialista Unión por la Patria, deberá confrontar con Milei y Patricia Bullrich (la candidata del macrismo), que se disputan los votos entre sí, y que en una eventual segunda vuelta podrían conjugar fuerzas. Ambos creen que “los zurdos son una mierda”, como repite con vehemencia Milei.
Sin duda alguna, Massa la tiene cuesta arriba y tendrá que marcar una gruesa raya de separación con el actual presidente, Alberto Fernández, que no cumplió con las expectativas del pueblo argentino.
El triunfo de Milei en las primarias es también el triunfo del FMI, de los medios de comunicación que se dedicaron a hacerle una cacería de brujas al kirchnerismo, del podrido poder judicial y de quienes proscribieron y hasta intentaron matar a Cristina Fernández.
Cuando pensamos que no podría existir alguien más nauseabundo que Jair Bolsonaro en América Latina, Argentina nos sorprende con Javier Milei. A la ultraderecha jamás hay que subestimarla. Jamás.