Política

¡Ay, toro! No nos vamos a callar

  • Mirada Latinoamericana
  • ¡Ay, toro! No nos vamos a callar
  • Daniela Pacheco

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¡Hay toro!, dice Félix Salgado Macedonio con orgullo. Una especie que ejerce una suerte de dominación dentro del grupo, luego de ganar la disputa entre sus pares masculinos con quienes comparte costumbres gregarias. Dentro de la manada, gana el liderazgo con habilidades superiores al resto de miembros, mediadas por una mayor capacidad física.

Al igual que ese toro, Salgado Macedonio se hizo a la cabeza de una manada, que como buena torada lo reconoce como macho alfa, sin reparo alguno. Como alfa, dicen que goza de una altísima popularidad que lo blinda de cualquier circunstancia, especialmente, de violentar sexualmente, al menos, a cinco mujeres. Finalmente, la dominación física y la apropiación del territorio es parte del ejercicio del liderazgo animal, del que se siente parte con holgura.

El patriarcado vestido de partido lo cobija y lo protege. Y en esa lucha de hacerse al poder a toda costa, cualquier intento de expresar un desacuerdo, especialmente si viene de una mujer, es señalado como una falta a la urgente necesidad de cerrar filas en aras de un objetivo superior, —como si la lucha para que no nos maten y no nos violen no fuera suficientemente legítima y trascendente en sí misma—.

Militancia y feminismo no son excluyentes. Con vehemencia nos exigen a las mujeres no caer en las provocaciones de la derecha como si no fuéramos capaces de discernir sobre su oportunismo; nos exigen “ser cuidadosas” con lo que decimos y por lo que abogamos; que “despoliticemos” la lucha, mientras ellos usan nuestros cuerpos como mejor les parece y los violadores y asesinos son absueltos, incluso socialmente.

Para las víctimas han sobrado señalamientos por no ser lo suficientemente fuertes o exagerar en demasía, y para los criminales, exceso de presunción de inocencia, porque no les basta con que el sistema los absuelva cotidianamente, hasta de sus peores atrocidades.

Nos dan contentillo con una nueva evaluación del perfil de Salgado Macedonio, como si revisar su proceso revirtiera su condición de presunto violador. Su sola presencia, aunque con leguleyadas nos vendan el completo goce de sus derechos políticos, normaliza la violencia; una reposición del proceso que le permita volver a participar es contraproducente y una burla. Y una encuesta, por más que demuestre sus altos niveles de popularidad —¿a qué costo? —, está lejos de valorar la idoneidad para ser el representante de más de 3.5 millones de guerrerenses, del partido de izquierda más grande de América Latina.

Reconociendo la valentía de muchísimas mujeres al interior de Morena, las críticas al actuar de cierta directiva del partido y del presidente no invalida el reconocimiento al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, ni mucho menos los grandes avances que en materia de género ha logrado la Cuarta Transformación; tampoco reconoce a la derecha como un interlocutor válido, ni aprueba su uso politiquero del tema; y mucho menos busca fracturar al movimiento feminista, desde adentro.

No somos una piedra en el zapato que se saca cuando estorba, sino la suma de millones de hartazgos que por fin pudieron hacerse a una sola voz, ahora colectiva. No nos van a convencer del silencio cómplice con la excusa y el cinismo de un bien mayor. Necesitamos una verdadera mirada transformadora y no solo del reconocimiento de nuestra existencia, mientras nos dicen que el violador es menos malo, porque es “nuestro violador”.

Hay toro, sí. Pero ¡ay, toro!, no nos vamos a callar.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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