Política

Reforma electoral: La tentación de lo intocable (II)

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  • Reforma electoral: La tentación de lo intocable (II)
  • Cuauhtémoc Carmona Álvarez

En mi pasada entrega hice referencia al gran reto que tiene Pablo Gómez al encabezar los trabajos para la reforma electoral. 

Hoy, en el ambiente político, desde una perspectiva ciudadana flota una pregunta inevitable:

¿Qué tanto se atreverá la Cuarta Transformación a abrir las compuertas de un sistema que desde hace décadas se administra a sí mismo?

En la reforma que se avecina, el tema de la representación proporcional es quizá el punto más sensible. 

Los plurinominales, desde la ética pública, siguen siendo una deuda y carga: se justificaron como válvula de legitimidad y acabaron convertidos en refugio de élites y de cartuchos quemados. 

El problema no es únicamente cuántos curules se reparten, sino la lógica de exclusión que subyace en ese reparto.

No basta decir que las listas garantizan pluralidad, cuando en realidad terminan garantizando reciclaje en los partidos. 

El ciudadano no vota por un rostro ni por una trayectoria, sino por un membrete que después acomoda a los suyos en un juego cerrado. 

Ahí están los casos de Rubén Moreira en el PRI o Ricardo Anaya en el PAN: ¿quién los eligió directamente? 

Estos políticos son ejemplos claros de cómo las listas plurinominales se convierten en espacios reservados donde la representación ciudadana les vale un cacahuate.

La representación debería obedecer a perfiles ciudadanos con verdadera vocación de representación popular y no a pagar cuotas partidistas con políticos expertos en malabarismo y el trapecio político. 

Mientras prevalezca esa lógica, la política seguirá siendo un circo de élites, más preocupado por equilibrar intereses que por encarnar la voz del pueblo.

Conviene entonces matizar la metáfora: no se trata de un pastel repartido entre dirigencias, sino de un mecanismo de control que opera como inventario. 

Curules asignadas como piezas de un tablero al que el ciudadano sólo puede mirar de lejos. 

Y mientras eso no cambie, la democracia corre el riesgo de seguir siendo un espectáculo de pocos con butacas reservadas con personalizadores con título: VIP.

El verdadero desafío es claro: abrir las listas, permitir que el votante premie o castigue a las personas y no sólo a las siglas. 

Si esa puerta no se toca, la promesa de devolver la política al pueblo quedará como tantas veces en el aire, en discursos que suenan bien pero que esquivan lo esencial. 

La demagogia debe ser desplazada en el discurso. Hoy en día MORENA tiene que demostrar congruencia y ética.

El discurso de que no somos iguales debe trascender y hacer eco incluso entre algunos miembros del partido en el poder para combatir el gatopardismo. 

Porque el dilema, al final, no es aritmético —si sobran o faltan plurinominales— sino ético: si seguimos viendo al pueblo como un espectador o nos decidimos a reconocerlo como protagonista.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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