Hace unos días celebramos el día de la salud mental y vale la pena reflexionar sobre el tema. La sociedad consumista, materialista y adicta a la desinformación trata de imponer como normal la estupidez (como conducta), donde el aparato psíquico (la mente), invade al pensamiento colectivo que inunda las redes en la era sociodigital.
Ya no hablemos de la vulgaridad, lo efímero y lo chatarra de la comunicación digital en tiempos del Facebook, Instagra y Tik-Tok. Se impone el error, la malicia y hasta delitos donde la ciberseguridad aún está en pañales. Humberto Eco nos advierte que es la invasión de los idiotas. ¡Por Dios!
El tema ha sido tratado con rigor científico y es en la psiquiatría donde está un océano de conocimientos sobre el tema. Desde la sociología existe un excelente ensayo titulado: “El triunfo de la estupidez” de Jean Francois Marmion, que nos invita a la reflexión y a la crítica de lo que pasa en una sociedad donde la cultura del espectáculo define lo político y lo social.
Pero volviendo al tema de esta reflexión, la salud mental debe estar en la agenda pública pues todo está en la mente sin caer en el ocultismo. Si estimado lector, todo está en la mente. Ese pequeño espacio donde aguardan pensamientos, ideas, emociones, etc., debe cuidarse con pulcritud pues es sin duda la joya del cuerpo humano.
La salud mental por tanto abarca múltiples factores donde el social y económico son fundamentales, pues la salud física al igual que la mental se relacionan con la pobreza y con la desigualdad. De ahí que el presidente Andrés Manuel López Obrador sostenga que los pobres son prioridad de su gobierno y sostiene bien, pues la primera necesidad del hombre desde las primeras civilizaciones es comer y protegerse (vivienda), entre las prioritarias.
Y después de abarcar las necesidades básicas el derecho a la salud mental como necesidad básica es fundamental en tiempos del postcovid pues tanto encierro y atrapamiento en cuatro paredes a muchos los llevó hasta la locura donde la depresión y el abatimiento estuvieron presentes de forma transitoria o permanente. Nadie habla de las secuelas y estás son muchas sobre todo, las que afectaron las conductas de las personas.
De esta reflexión me surge una pregunta:
¿Debe ser un derecho garantizar la salud mental de los ciudadanos?
Sin duda tiene que garantizarse este derecho junto con la salud física sin ponernos a discutir cuál salud es más importante cuando ambas son simbióticas sin caer insisto en el dilema de qué es primero: ¿el huevo o la gallina?
Los más osados dirán que el cocodrilo...
La salud mental como política pública debe ser el acicate para encontrar las felicidades objetivas que se reflejen en mentes sanas y cuerpos sanos sin aspiracionismos estúpidos (otro tema), a pesar de las legiones de idiotas que inundan las redes sociales. Pero esas, esas son otras historias…