The Bandersnatch fled as the others appeared
Ya no quiero escribir de política y su violencia. Al menos no durante un tiempo; hoy utilizaré este espacio para hablar de tres pequeños accidentes cinematográficos que recién me atacaron, —cuando digo accidentes no crean, señoras y señores, que me refiero a algo malo, son, digámoslo así, happy accidents—.
El primero es un Western de los hermanos Coen titulado The Ballad of Busters Scruggs, una película formada por seis historias/cuentos independientes, todas tienen en común el viejo oeste, humor negro e ironía.
No voy a mentirles, señoras y señores, lo primero que me llamó, incluso más que los directores, fue que es «una película de vaqueros», que me remontan a mí y a mi padre viendo filmes de John Wayne montando en su caballo, tirando disparos por doquier y al final, con heroísmo puro, quedándose con la chica y su amor. Lo segundo fue la participación de James Franco y Tom Waits, el primero, uno de mis actores jóvenes favoritos y el otro, uno de mis músicos de cabecera.
No fue lo que esperaba, para nada. Una película con sangre, con canto, con un humor bastante cargado ante situaciones de dolor y sufrimiento: simplemente genial; los diálogos son cortos, agrestes y los argumentos de cada cuento son llevaderos, no dan tiempo a escenas aburridas o de relleno y la actuación de los protagonistas, así como de actores secundarios, y los lugares arquetípicos —una cantina, una mina, un teatro ambulante— hace parecer que se ve una comedia griega, aunque no siempre los finales son lo esperado ni mucho menos felices.
El álbum fotográfico es Roma, de Alfonso Cuarón, tan mencionada y de la que ya se ha hablado bastante. Seré breve.
La historia de la película en realidad es algo aburrida, no parece haber un clímax; la falta de un argumento sólido y sus diálogos planos hacen que la película pueda tornarse larga, hubo quien, incluso, se quedó dormido. Sin embargo, hay algo enorme en la película: su fotografía, es espectacular; cada escena está planeada a la perfección, la ambientación en impecable y las imágenes a manera de metáforas que utiliza la hacen una gran película, no la mejor del director mexicano, para mi gusto, pero sí necesaria.
El formato en blanco y negro y las imágenes tan fuertes dan veracidad a la película, al ser una cinta biográfica de Cuarón: es un largo hilo de recuerdos.
Por último, el camino de la bestia. Black Mirror: Bandersnatch, la película interactiva de Netflix. El nombre de la serie ya tiene una implicación y paradigmas conocidos, cercanos y una calidad incuestionable, paro todo aquel que guste de la ciencia ficción —?—.
La plataforma de streaming ya había comenzado su trabajo con series interactivas, tal es el caso de Minecraft, en donde el espectador, a manera de videojuego, podían elegir entre seguir un camino y otro, por lo cual la historia se iba transformando; en el filme pasa igual, empiezas con una elección básica, digamos, qué cereal comer, y luego los caminos van formando un raigambre del que es difícil salir. Lo grandioso es cuando el personaje —¡como si fuera de Shakespeare, Álvaro!— comienza a cuestionarse sobre qué tanto sus elecciones son libres o si hay una mano que le dicta qué hacer.
El predicamento de los multiversos y las múltiples opciones de vivir otras vidas se toca de fondo, casi lo puedes teclear, el argumento en la película es tan denso y bien fundamentado que de inmediato quedas prendido, la perspectiva de ver Pac-Man como un suplicio eterno nos remonta a la mitología y a las tragedias griegas, donde el héroe, haga lo que haga o tome el camino que tome, sufrirá su ineluctable destino
Y viene un bucle.
La película de Netflix tiene otra joya: leí que es el usuario el que «elige» los caminos a tomar y los múltiples finales de manera «libre», nada más incorrecto, la película te va llevando por los caminos ejecutables, te vuelves, también, una especie de esclavo de la pantalla que te ofrece «opciones» —¿quieres la pastilla roja o la azul?— pero todas ellas solo van en círculos infinitos.
Ya no queda tiempo, tal vez nos veamos en otro lugar.