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Eunice

  • Perfil de mujeres
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  • Coral Aguirre

A veces la coincidencia de factores en contra produce una inversión y sucede lo imprevisto, por no decir lo fantástico. Eunice Carter (1899-1970), de sexo femenino y de raza negra, produjo esa novedad. El capo máximo de la mafia Lucky Luciano en Estados Unidos había logrado una suerte de alianza entre todos los mafiosos y negociaba bajo el título de La Comisión. Prostitución, robo, secuestros, vendetta, negocios clandestinos de toda laya, son su pan de cada día.

Las autoridades deciden poner fin al ilícito de bienes y personas y Eunice se postula como una de los dos mil abogados en busca de un lugar para la investigación que está emprendiendo el estado de Nueva York. Recibe con júbilo ser aceptada seguramente por sus numerosos títulos: licenciada en abogacía y con una maestría del Smith College, además de trabajadora social con el título en derecho de la Universidad de Frodham y luego aprobada como la primera mujer afroamericana salida del Colegio de Abogados del estado de Nueva York. O acaso porque la suma de mujer y negra le otorgaba un valor adicional: la lealtad. Y sobre todo porque sus luchas en los barrios de Harlem contra la guerra racial había probado el racismo sistémico imperante en el país.

Lo cierto que ha de pasar a la historia no solo por haber contribuido a la caída de Luciano, sino porque fue la única mujer y negra en dicha organización. La tarea que le dieron era estudiar las denuncias por prostitución. En ese momento no resultaba un tema de mayor interés porque no se consideraba que la mafia estuviera muy interesada en el asunto. Lo mismo pasaba en Argentina por ejemplo, en donde la prostitución no parecía asunto de capos mafiosos. Y sin embargo, era una de sus fuentes de ingreso. Así que le dieron la tarea vaya a saber si por mujer y negra o por su talento para alcanzar resultados contundentes como lo demostrara antes.

Eunice pertenecía a una familia talentosa y valiente. Su abuelo había escapado de la esclavitud en tres ocasiones y su padre fundó la División Negra de la Asociación de Jóvenes Cristianos mientras su madre era escritora, activista, educadora y trabajadora social. Es todo lo que se puede decir de ella.

Revisando día y noche miles de papeles, Eunice advierte que los abogados de las prostitutas en todos o casi todos los casos son los mismos como si hubiera un nexo entre ellas. También los fiadores y así los burdeles resultan intocables. Pronto advirtió que todo conducía a Lucky Luciano. Eunice se obstinó en demostrar nexos, curiosas relaciones entre diversos personajes de la mafia y también de la sociedad. Nadie quería seguirla en sus sospechas, pero su obcecación por fin tuvo sus logros. No fue fácil, hubo de comprender a las mujeres explotadas y convertirlas en sus aliadas. Debió duplicar su paciencia mostrando miles de pruebas y evidencias. A los hombres del gobierno les importaba poco el destino de un puñado de mujeres sojuzgadas. De modo que la lucha fue larga. Cuando todos los datos coincidieron y la investigación tuvo que reconocer tantas evidencias, se dio lugar al operativo que terminaría con el gran capo.

Y para terminar la semblanza de esta activista maravillosa que fue Eunice Carter quisiéramos señalar que todos recuerdan su nombre y en EU miles de mujeres le rinden homenaje mientras su identidad se inscribe en la historia de aquel país. Porque Eunice siguió trabajando en la Comisión de Disturbios Raciales y también en oficinas del gobierno hasta 1945. No obstante, no nos sorprendamos que de ninguna manera fue así. Prueba de ello, a Lucky Luciano y sus fechorías las conocemos, aunque sea de oídas. El nombre de Eunice Carter desaparece cada día un poco más y si no fuera por sus biógrafas, mujeres ellas, que insisten en su memoria, ya no habría huellas de su andar por los caminos de la justicia. En la actualidad un programa de la BBC, La mujer que derribó a la mafia, ha vuelto a traerla a nuestro tiempo. De manera feliz.

Finalmente, salvo el acto deslumbrante de entregar las pruebas definitivas para la caída de Luciano, no sabemos nada de ella. Su vida nos es ajena y sus huellas personales y únicas se pierden en la vorágine de la masculinidad. Y lo digo de tal manera porque si hubiera sido un hombre quien obtuviera tamaña hazaña, otro sería el cantar. Así y todo, su frágil figura oscura y femenina se yergue sobre las trapacerías del más famoso de los gangsteres y con eso alcanza para rendirle homenaje.

Coral Aguirre

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