Ya hace tiempo que conocí esta actividad, convertida hoy en fuente de ingresos para numerosas personas.
Primero fue un vocablo que empecé a oír en forma cada vez más frecuente, principalmente en voz de jovencitas que hablaban sobre artículos que deseaban, lugares de moda a los que querían asistir, atuendos que les urgía conseguir, todo porque una persona (desconocida para mí) los recomendaba.
No estaban hablando de algún artista, cantante o personaje famoso, más bien se referían a algún influencer local o de otros lares.
Primero pensé que esta estrategia de mercadotecnia se enfocaba en jóvenes de preparatoria y universidad, pero en realidad la llamada profesión del siglo XXI también incluye niños y niñas.
El influencer es alguien que tiene un número considerable de seguidores en las diferentes redes sociales, situación que las empresas aprovechan como estrategia de promoción para llegar a los segmentos de su interés y acrecentar el número de impactos.
La idea no me pareció tan descabellada pues ya estamos acostumbrados a las campañas de publicidad que incluyen a personajes famosos y además porque sabemos que la mejor difusión es la que se da de boca en boca, ya sea positiva o negativa.
Existen diferentes tipos de influencer: según el tipo de productos que recomiendan (moda, viajes, alimentos, productos de belleza, videojuegos, entre otros), la red social que utilizan (Facebook, Instagram, Tik tok, Youtube); según el número de seguidores, en tal caso tenemos los nanoinfluencers (entre 2 y 5 mil), microinfluencers (entre 5 y 100 mil), macroinfluencers (de 100 mil a un millón), megainfluencers (más de un millón).
Por otro lado, tras esta actividad hay aspectos positivos y negativos:
está comprobado que pueden impactar la decisión de compra en los consumidores y las redes se han convertido en uno de los canales obligados en el mundo de la publicidad.
En ocasiones, el acuerdo comercial incluye pago en especie (bienes o servicios a cambio de la recomendación).
También se debe considerar que el influencer no necesariamente está comprometido con la marca; aunque la promocione, puede ser que su opinión sea otra o que consuma productos de otras marcas que no está recomendando.
En los medios se han difundido historias sobre algunos que se han querido aprovechar de las empresas y que incluso han demostrado actitudes poco éticas, también hemos visto que han entrado al mundo de la política por lo que diferentes organizaciones y personajes están impulsando iniciativas —con el hashtag Ley Influencer Ya— que regulen esta actividad y lograr que su publicidad sea clara y transparente, derecho que sin duda todos tenemos y que debemos exigir que se respete.